martes, noviembre 24, 2009

Por qué Lula recibe a Ahmadinejad

A diferencia de Bolivia o Venezuela, países que el mandatario iraní Mahmoud Ahmadinejad visitará tras su paso por Brasil, al gobierno brasileño no le interesa una alianza estratégico-político con Irán, ni tampoco comulga con sus postulados radicales respecto a la cuestión judía. La visita del Canciller israelí a Brasil en el mes de julio, seguido del reciente paso de su presidente, Shimon Peres, son pruebas de ello.

Sin embargo, aunque las autoridades del gobierno brasileño esgrimen que tienen el derecho a recibir a cualquier mandatario extranjero, sería ingenuo creer que Lula o Itamaraty ignoren la implicancia de dicha visita. ¿Por qué, entonces, Lula recibe al líder iraní, con el significado político que ello tiene?

Una respuesta puede encontrarse en la búsqueda brasileña de diversificar sus relaciones exteriores y ampliar su base de apoyo para expandir su protagonismo mundial, aún a costa de las polémicas y críticas que dicha postura puedan significarle a Brasil tanto en organismos internacionales como en la opinión pública brasileña y mundial.

Ejemplos de ello pueden encontrarse en las reiteradas abstenciones en el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas ante las recomendadas condenas contra regímenes autoritarios africanos, y el reciente apoyo brasileño a la candidatura del egipcio Farouk Hosni para dirigir la UNESCO a pesar de sus polémicas declaraciones durante su gestión como Ministro de Cultura de aquél país, donde expresó que "quemaría cualquier libro israelí que encuentre en librerías egipcias".

Otra motivación brasileña consiste en adquirir un mayor protagonismo internacional mediante la ocupación de espacios extenuados de diálogo, algo que en la región se expresa a través de su permanente contacto con Venezuela y Cuba mientras que en el ámbito internacional lo demostró con la reciente apertura de su Embajada en Corea del Norte en un momento en que Pyongyang se encuentra cada vez más aislado del mundo.

Esta estrategia, según el cálculo brasileño, no sólo hacen de Brasil un interlocutor destacado ante las marcadas diferencias que puedan tener países como Estados Unidos e Israel con Venezuela e Irán, sino que además le permitiría obtener el apoyo internacional necesario en sus aspiraciones de política exterior, sea ante la hipotética ampliación del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas o en un lugar destacado en la Agencia Internacional de Energía Atómica, ámbitos donde Brasil busca marcar su presencia.

En esta perspectiva, aunque indudablemente constituye una de las apuestas más osadas del gobierno brasileño, la visita de Ahmadinejad a Brasil está dentro de los cálculos de Itamaraty, siempre consciente de las críticas que su presencia acarrea y que sólo un presidente con la popularidad de Lula puede soportar.

Hasta qué punto Brasil puede darse estos lujos sin pagar un costo político considerable en el ámbito internacional e interno es aún una incógnita. Pero algo está claro: la política exterior brasileña, al igual que su política interna, se guía por postulados pragmáticos y no ideológicos.

Por Rodrigo Mallea * Analista político de Brasil, Especial para lanacion.com* de Buenos Aires

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