El presidente estadounidense, Barack Obama, reveló el jueves su propuesta para aplicar un impuesto de US$ 90.000 millones a los bancos y acompañó el anuncio con algunas de las críticas más feroces que ha lanzado contra Wall Street. "Queremos que nos devuelvan nuestro dinero y lo vamos a conseguir", advirtió.
La dura postura del presidente encaja dentro de la ofensiva de los demócratas para sacarle partido a la ira provocada por las cuantiosas bonificaciones y ganancias de los bancos que se beneficiaron del rescate fiscal durante el punto álgido de la crisis financiera.
Aunque una buena parte de la industria bancaria ha atacado el propuesto impuesto, su impacto en las ganancias de las compañías sería relativamente modesto.
La evaluación de 10 años de los pasivos de los bancos, denominada Tarifa de Responsabilidad Fiscal de la Crisis Financiera, recaería con más fuerza sobre los seis mayores grupos financieros del país: Citigroup Inc., J.P. Morgan Chase & Co., Bank of America Corp., Goldman Sachs Group Inc., Morgan Stanley y Wells Fargo & Co. Estas instituciones probablemente afrontarían una factura anual del orden de los US$1.000 millones o más, aunque Citi y J.P. Morgan podrían tener que pagar más de US$ 2400 millones cada uno.
Las cifras, sin embargo, no asestarían un golpe serio a las ganancias de estas firmas, cuyos gastos anuales ascienden a las decenas de miles de millones de dólares, incluyendo el pago de impuestos. Betsy Graseck, analista de Morgan Stanley, calcula que el impuesto eliminaría alrededor de 5% de las ganancias de los principales bancos este año.
La Casa Blanca atacó duramente a los bancos. Obama se refirió a "bonificaciones obscenas" y a la "lógica retorcida" de los ejecutivos bancarios que se oponen al impuesto. Robert Gibbs, portavoz de la Casa Blanca, sugirió que los bancos estaban tratando de traspasar la factura de sus problemas a los contribuyentes. "En lugar de emplear a un ejército de abogados y contadores para ayudarlos a evadir el cobro, les sugeriría que trataran simplemente de cumplir con sus obligaciones".
Representantes de la industria advirtieron que el impuesto podría limitar la capacidad de los bancos de realizar nuevos préstamos, algo que perjudicaría a la economía. Además, algunos analistas advirtieron que el plan estimularía a los bancos a dejar más activos y obligaciones fuera de sus balances para reducir su exposición a la tarifa, algo que contribuyó a plantar las semillas de la crisis financiera.
De ser aprobado por el Congreso, el impuesto obligaría a unos 50 bancos, aseguradoras y firmas de valores a pagarle al gobierno, en conjunto, unos US$ 90.000 millones en 10 años.
El gobierno propone cobrar un impuesto de 0,15% sobre los pasivos de una amplia gama de empresas que recibieron asistencia fiscal, con la excepción de las automotrices. El impuesto se aplicaría a los pasivos totales, pero se descontaría el capital considerado de mayor calidad como las acciones comunes.
Siga leyendo el artículo del diario The Wall Street Journal, Américas, publicado en el diario La Nación de Buenos Aires
La dura postura del presidente encaja dentro de la ofensiva de los demócratas para sacarle partido a la ira provocada por las cuantiosas bonificaciones y ganancias de los bancos que se beneficiaron del rescate fiscal durante el punto álgido de la crisis financiera.
Aunque una buena parte de la industria bancaria ha atacado el propuesto impuesto, su impacto en las ganancias de las compañías sería relativamente modesto.
La evaluación de 10 años de los pasivos de los bancos, denominada Tarifa de Responsabilidad Fiscal de la Crisis Financiera, recaería con más fuerza sobre los seis mayores grupos financieros del país: Citigroup Inc., J.P. Morgan Chase & Co., Bank of America Corp., Goldman Sachs Group Inc., Morgan Stanley y Wells Fargo & Co. Estas instituciones probablemente afrontarían una factura anual del orden de los US$1.000 millones o más, aunque Citi y J.P. Morgan podrían tener que pagar más de US$ 2400 millones cada uno.
Las cifras, sin embargo, no asestarían un golpe serio a las ganancias de estas firmas, cuyos gastos anuales ascienden a las decenas de miles de millones de dólares, incluyendo el pago de impuestos. Betsy Graseck, analista de Morgan Stanley, calcula que el impuesto eliminaría alrededor de 5% de las ganancias de los principales bancos este año.
La Casa Blanca atacó duramente a los bancos. Obama se refirió a "bonificaciones obscenas" y a la "lógica retorcida" de los ejecutivos bancarios que se oponen al impuesto. Robert Gibbs, portavoz de la Casa Blanca, sugirió que los bancos estaban tratando de traspasar la factura de sus problemas a los contribuyentes. "En lugar de emplear a un ejército de abogados y contadores para ayudarlos a evadir el cobro, les sugeriría que trataran simplemente de cumplir con sus obligaciones".
Representantes de la industria advirtieron que el impuesto podría limitar la capacidad de los bancos de realizar nuevos préstamos, algo que perjudicaría a la economía. Además, algunos analistas advirtieron que el plan estimularía a los bancos a dejar más activos y obligaciones fuera de sus balances para reducir su exposición a la tarifa, algo que contribuyó a plantar las semillas de la crisis financiera.
De ser aprobado por el Congreso, el impuesto obligaría a unos 50 bancos, aseguradoras y firmas de valores a pagarle al gobierno, en conjunto, unos US$ 90.000 millones en 10 años.
El gobierno propone cobrar un impuesto de 0,15% sobre los pasivos de una amplia gama de empresas que recibieron asistencia fiscal, con la excepción de las automotrices. El impuesto se aplicaría a los pasivos totales, pero se descontaría el capital considerado de mayor calidad como las acciones comunes.
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