jueves, mayo 06, 2010

El euro, la gran víctima de la debacle

Las calles de Atenas se tiñeron de sangre, por primera vez desde el comienzo de la crisis griega. La muerte de tres personas precipitó al país en una espiral de violencia que puede tener imprevisibles consecuencias no sólo para Grecia, sino para toda Europa.

Hasta el presidente griego, Carolos Papoulias, reconoció ayer que su país se encuentra "al borde del abismo". Y algunos griegos, que protestaban en las calles de Atenas, exponían una visión aún más pesimista: "Es sólo el comienzo de una gran guerra".

"El Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Unión Europea (UE) nos roban un siglo de logros sociales", decía una inmensa banderola que resumía las razones de la violencia que estalló en el país.

Esa violencia social era precisamente lo que más temían los responsables de la UE y del FMI cuando armaron el plan de rescate griego mientras le exigían al país drásticas medidas de austeridad.

Pero con esa masiva ayuda a Grecia de 110.000 millones de dólares para evitarle un default, los 16 gobiernos de la eurozona y el FMI no consiguieron siquiera 48 horas de respiro.

No sólo los mercados financieros siguen dudando de la utilidad de ese rescate, sino que ahora han decidido atacar violentamente a España y Portugal, los otros dos eslabones débiles de la eurozona.

Esa situación explosiva pone en jaque la existencia misma de la moneda única y también presagia idénticas reacciones sociales en cada uno de los países que deban ser sometidos a regímenes de extrema austeridad.

La máquina infernal se ha puesto en marcha nuevamente, advirtió anteayer el premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz, al vaticinar "el posible fin del euro" si la UE no consigue resolver sus problemas institucionales.

La profunda fragilidad de la situación continental hizo caer ayer por segundo día consecutivo todas las Bolsas europeas en la apertura, después de haber perdido más de 5% el martes. Los mercados se tranquilizaron al mediodía gracias a las proyecciones revisadas al alza para los países de la eurozona en 2010 y 2011. Bruselas mejoró igualmente sus previsiones para España y Portugal.

Pero esa calma precaria estalló en pedazos cuando la calificadora de riesgo crediticio Moody´s anunció que planea bajar la nota de la deuda pública de Portugal en los próximos tres meses a raíz del "reciente deterioro de las finanzas públicas y las débiles perspectivas de crecimiento a largo plazo del país" (ver aparte).

En esas condiciones, el euro continuó bajo intensa presión: cayó por debajo de 1,30 dólares por primera vez desde marzo de 2009.

Juzgada en ciertas ocasiones como responsable del agravamiento de la situación griega a raíz de las contradicciones y demoras alemanas para aceptar un plan de rescate europeo, la canciller alemana, Angela Merkel, exhortó ayer al Parlamento a aprobar esa ayuda, al afirmar que no hay "alternativa" para proteger al euro.

Recalcó, sin embargo, que habrá que modificar y reforzar el Pacto de Estabilidad de la UE, cuyo objetivo es limitar los déficits públicos.

La clase política alemana también estudia la idea de proponer un procedimiento de insolvencia de los Estados, que podría inspirarse en los mecanismos que rigen las quiebras de las empresas. Esa idea, que debería ser discutida en una cumbre extraordinaria de líderes de la eurozona mañana en Bruselas, pareció confirmar las versiones que circulan con insistencia en los ámbitos financieros. Según esos rumores, el verdadero objetivo del plan de rescate no fue salvar a Grecia del default, sino escoltarla en calma hacia una situación en la cual pueda reestructurar su cuantiosa deuda de 300.000 millones de euros (unos 384.000 millones de dólares).

En todo caso, nadie parece creer en la capacidad de Grecia de reducir su déficit público del 14% del PBI en la actualidad a menos del 3% en 2014.Pero ya se trate de Grecia, de España o Portugal, la primera víctima de esa agitación es el euro.

"¿El euro corre peligro? Y bien, sí", advirtió el Nobel de Economía Paul Krugman, que no excluye otros defaults en cadena en la eurozona. "¿Qué peso puede tener Europa en el mundo con una moneda en la que nadie cree?", reflexionó un funcionario del Banco Central Europeo (BCE).

En Bruselas, los dirigentes europeos se inquietan desde hace semanas por el riesgo de contagio, pero intentan calmar los ánimos. Al sopesar las posibilidades de un eventual "fracaso de la eurozona", el presidente del Eurogrupo y premier luxemburgués, Jean-Claude Juncker, dijo: "Es un riesgo que no veo".

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