Los inversionistas y las autoridades se empiezan a preocupar de que la crisis en Grecia salte el Océano Atlántico y socave la recuperación de la economía estadounidense, de la misma forma que los problemas del sector inmobiliario de Estados Unidos golpearon a Europa en 2008.
"Lo que hemos presenciado es que el contagio (el término utilizado por los economistas para referirse a la propagación de una crisis) ha pasado a ser global", señala Jeffrey Frankel, economista de la Universidad de Harvard.
Los indicadores en los mercados de crédito no muestran un contagio a EE.UU., pese a que las acciones estadounidenses han caído. Los inversionistas, no obstante, los siguen con cautela. "Esto es como si hubiéramos agitado una colonia de perros de las praderas y todos estuvieran mirando a través de sus agujeros para ver lo que está sucediendo", explica Howard Simons, estratega de renta fija de la firma de investigación Bianco Research en Chicago. "Pero todavía no es una crisis".
Existen varios conductos por los que la crisis de Grecia se puede propagar a EE.UU., afirman los economistas, aunque la mayoría requeriría que los problemas griegos se contagiaran primero a países europeos más grandes, como España e Italia. Por sí sola, Grecia es demasiado pequeña para tener un gran impacto directo en EE.UU. Su economía es aproximadamente 2% del tamaño de la de EE.UU. y su comercio representa 0,1% de las importaciones estadounidenses.
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