Más allá de los vaivenes entre Estados Unidos y Brasil, es importante señalar que la relación entre ambos países trasciende al impase en el que se hallan en la actualidad en torno al programa nuclear iraní. Cabe también señalar que el acercamiento brasileño con Teherán es más relativo de lo que se supone, siendo mejor explicado dentro de las distintas formas que la política exterior brasileña emplea para posicionarse como un actor global.
Aún siendo la relación entre EE.UU. y Brasil signada por divergencias políticas en un plano regional e internacional, en una fiel tradición de su diplomacia, el gobierno brasileño realizó un fuerte gesto político hacia el gobierno de Barack Obama a semanas del viaje de Lula a Teherán, materializado en un importante acuerdo militar que comprende varias formas de cooperación entre ambos países en este rubro.
Asimismo, a pesar de las reiteradas disputas en la Organización Mundial de Comercio y el avance chino en las exportaciones brasileñas, EE.UU. continúa siendo el principal socio comercial de Brasil. Bajo esta óptica puede aseverarse que aún permitiéndose ciertas discrepancias, la relación entre ambos países es más estrecha de lo que comúnmente se cree.
En lo que se refiere a la relación brasileña con Irán, no son pocas las motivaciones que encuentra Brasil para involucrarse en una cuestión nuclear. Entre ellas, subyace su conocido reclamo de ocupar un asiento permanente en el Consejo de Seguridad (actualmente es miembro transitorio), siendo su intervención actual el indicio más claro de ello tras la adquisición de submarinos nucleares franceses realizada el año pasado. No en vano el asesor de asuntos internacionales de la presidencia brasileña, Marco Aurélio García, recientemente declaró que "al equipo P5+1 [los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad y Alemania] le faltan dos atacantes", en una clara alusión a Turquía y Brasil.
La apuesta brasileña con Irán es sin lugar a dudas una de las más osadas de la política exterior del actual gobierno, pero no es la única en éste sentido: el año pasado Brasil abrió una Embajada en Corea del Norte en un contexto de fuerte conflictividad entre las dos Coreas, y a principios del presente año Lula realizó un viaje a Medio Oriente para ofrecer la mediación brasileña en el conflicto árabe-israelí; un asunto tan ajeno como lejano para Brasil.
No debe olvidarse que dichos movimientos de su política exterior ocurren en un contexto en el que Brasil busca que su situación geopolítica -la quinta superficie y población mundial, así como el décimo PBI del planeta- ocupe un destacado lugar en el mundo, siendo que la diplomacia brasileña considera obsoleto el orden político internacional producido tras la Segunda Guerra Mundial.
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