jueves, julio 29, 2010

La urgencia es de Mujica

Desde abril, cuando la Corte Internacional de Justicia de La Haya concluyó que la planta UPM (ex Botnia) no contamina y ordenó a ambos gobiernos el control conjunto del río Uruguay para prevenir daños en el medio ambiente, José Mujica parece tener más apuro que Cristina Kirchner en resolver el entuerto. El gobierno de Uruguay debe acordar el monitoreo con el argentino, pero el argentino, a su vez, debe aplicar en Gualeguaychú la teoría de las ventanas rotas.

¿De qué se trata esa teoría? En 1969, Philip Zimbardo deja abandonado un coche con las placas arrancadas y las puertas abiertas en las peligrosas calles del Bronx, en Nueva York. Lo desmantelan en menos de 10 minutos. En un par de días pierde todos los objetos de valor. Termina destruido. En forma simultánea, el psicólogo de la Universidad de Stanford deja abandonado otro coche en condiciones parecidas en las calles de un lujoso barrio de la ciudad de Palo Alto, en California. No pasa nada durante la primera semana. Permanece intacto.

Entonces ¿los ricos respetan más la propiedad privada que los pobres? Zimbardo quiere averiguarlo. Le hace un par de abollones y, con un martillo, le rompe una ventanilla del coche de Palo Alto. En cuestión de horas queda como el coche del Bronx.

Moraleja: una vez que comienzan a desobedecerse las normas que procuran fijar el orden de una comunidad, la mala conducta se contagia con sorprendente facilidad. Del experimento de Zimbardo surge la teoría de las ventanas rotas, publicada en 1982 por James Q. Wilson y George L

Siga leyendo el artículo del diario La Nación de Buenos Aires

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