La decisión de Carme Chacón de suspender su sueño presidencial es una consecuencia lógica de este momento devastador del PSOE, en el que de una derrota total se pasó, en pocos días, a un sentimiento de resignación que, de cara al futuro, también parece total.
No hay, no existen desde el domingo del vendaval eleccionario ni anhelos ni ánimos de pensar en 2012, año en que, si la triunfante oposición del Partido Popular no obliga a hacerlo antes, José Luis Rodríguez Zapatero dejará el Palacio de La Moncloa.
Desde el socialismo, esta vez, no intentaron despejar esta lacrimógena bruma de pesimismo y desolación que partió desde el interior de las urnas 5 días atrás.
Al día siguiente de las elecciones, la plana mayor del PSOE sólo sabía que podía aspirar a elegir al encargado de comandar la transición hacia una reconstrucción partidaria que, al igual que la salida de la peor crisis económica vivida por España en los últimos 35 años, no está a la vista de nadie.
Era el momento de encontrar un guía y un valiente, pero no para sacrificar a quien es vista por partidarios y adversarios como una de las figuras con más futuro en el socialismo y en la sociedad española toda.
Era el momento, entonces, que finalmente llegó ayer: el de allanarle el camino a Alfredo Pérez Rubalcaba, el político en actividad con mayor experiencia de gobierno, y de guardar para otra batalla -en la heladera o en el altar, según disponga el destino- a la más dúctil y querible Carme Chacón.
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