Cristina no pudo librarse de la tentación. Amén. La Presidente Cristina Fernández se convirtió ayer en el segundo mandatario argentino en buscar su reelección desde la recuperación democrática de 1983 y en el tercero en intentarlo en toda la ajetreada historia argentina.
No fue demasiado original. Nuestros presidentes tienen tal vocación de eternizarse en el poder que, si aplicaran esa misma vocación a los actos de gobierno, otro gallo cantaría en las mañanas. Sabia y previsora, en su tiempo, la Constitución impuso límites : muchachos, nada más que seis años de gobierno. Y si alguien es lo suficientemente tonto como para querer volver, tienen que esperar un mandato de seis años de otro presidente.
Julia A. Roca, sin ir más lejos y ya es irse lejos, fue el primero en trampear la cosa. Puso a dedo a su cuñado, Miguel Juárez Celman. Así nos fue. Igual, después del cimbronazo de la revolución de 1890, Roca volvió a sentarse en Balcarce 50. Por algo le decían El Zorro. Y así nos fue.
La vieja Unión Cívica Radical, triunfante en la derrotada algarada del 90, intentaría bordear la Constitución para quedarse dieciocho años en el poder con la dupla Irigoyen-Alvear-Yrigoyen. Don Hipólito gobernó entre 1916 y 1922, don Marcelo T. entre el 22 y el 28 y cuando don Hipólito volvió para gobernar entre el 28 y el 34, el primero de los golpes de Estado argentinos lo volteó el 6 de setiembre de 1930. Y así nos fue.
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