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El vicepresidente Elías Jaua es quien, en ausencia de Hugo Chávez, se ha hecho cargo del poder en Venezuela. Preside el Consejo de Ministros; dialoga con los presidentes de los poderes públicos; recibe instrucciones del jefe de Estado y las transmite al Gobierno. Todo eso lo hace desde su despacho en el centro de Caracas, y no desde el Palacio de Gobierno, a una manzana de distancia. El mensaje que Jaua ha querido enviar al país es que ni él ni ninguna otra figura del chavismo sustituirá al presidente-comandante y que las oficinas del palacio de Miraflores siguen siendo su territorio exclusivo, al menos por ahora.
Jaua no es un hombre carismático. Si se les compara con el líder, ninguno de los hombres del presidente Chávez que hoy llevan las riendas del Gobierno lo es. Ni el canciller Nicolás Maduro; ni el ministro de Energía y Petróleos y presidente de la estatal Petróleos de Venezuela, Rafael Ramírez; ni el general Henry Rangel Silva, actual jefe del Comando Estratégico Operacional, que sirve de bisagra entre las tropas de la Fuerza Armada Nacional y el presidente. Tampoco el diputado Diosdado Cabello, secretario de organización del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV).
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