El PRI arrasó ayer en México. Sus candidatos a gobernador en los tres Estados en los que se celebraron elecciones -Coahuila, Nayarit y Estado de México- lograron sepultar en votos a sus rivales. La victoria más relevante fue la del Estado de México, no solo por tratarse del más poblado de la República, sino porque supone un espaldarazo al gobernador saliente, Enrique Peña Nieto, virtual candidato priista a las elecciones presidenciales de 2012. Su sucesor, Eruviel Ávila, logró -según la encuestadora Consulta Mitofsky- el 64% de los votos, muy lejos del 24% del candidato de la izquierda del PRD, Alejandro Encinas, y del raquítico 12% que obtuvo Luis Felipe Bravo Mena, candidato del PAN, el partido de derechas que sostiene al presidente Felipe Calderón.
A pesar de la contundencia de los resultados, los candidatos perdedores denunciaron irregularidades y juego sucio por parte del PRI. Alejandro Encinas llegó a anunciar recursos jurídicos y movilizaciones, lo que vino a resucitar el fantasma de 2006, cuando su jefe de filas, Andrés Manuel López Obrador, no aceptó su derrota frente a Felipe Calderón, protagonizó un plantón en el paseo de la Reforma y se autoproclamó "presidente legítimo". Desde entonces, López Obrador recorre el país en una especie de peregrinación para mantener viva la llama de su candidatura. Sin embargo, los resultados de ayer no le favorecen. No solo por ser quien designó a Alejandro Encinas -que ya fue candidato en 1993 y perdió- sino porque torpedeó cualquier posibilidad de acuerdo con el PAN para intentar frenar el avance del PRI. Una alianza que sí demostró su eficacia el año pasado al vencer en los Estados de Puebla, Oaxaca y Sinaloa.
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