Cuando Ollanta Humala decidió correr del extremo al centro electoral para poder ganar, no hubo uno solo en su entorno de izquierda que no lo acompañara.
Todos celebraron en el centro político el triunfo de Humala y de Gana Perú, desde Patria Roja hasta Perú Posible, desde la CGTP hasta el ‘progresismo caviar’, desde el Partido Socialista hasta quienes hicieron de su apuesta anti-Keiko, un voto a ‘lo que sea’.
Humala sorprendió también al decir que era imposible pensar en inclusión social sin crecimiento económico en referencia a las condiciones que hacen posible dicho crecimiento desde el actual modelo, no importa cuáles fuesen sus debilidades. De ahí que su decisión de ratificar al actual presidente del Banco Central de Reserva, Julio Velarde, lejos de suscitar prejuiciosos y mezquinos cuestionamientos desde dentro de Gana Perú, debiera significar, para esta instancia básica de gobierno, una señal coherente con el propósito del mandatario entrante de fortalecer la política económica y financiera, de cara a dos escenarios: el de los coletazos recesivos internacionales y el de la redistribución social interna.
La ratificación de Velarde tiene un triple impacto. Ha dado un primer golpe de confianza en el futuro manejo de la economía y las finanzas del país, más allá del pulcro comportamiento monetario. Envía al mundo una rápida señal de que el Perú no está para correr aventuras ideológicas en este terreno. Y abre en el seno de Gana Perú un severo sinceramiento con los compromisos de la segunda vuelta electoral, como el de asegurar una “gobernabilidad de concertación” en beneficio de todos los peruanos.
En otras palabras, Humala comienza a decirle al mundo que su presidencia no es fruto de una primera vuelta de tercio electoral sino de una segunda con media ciudadanía que adhería otra opción, y que por lo tanto su mandato abarca un horizonte mayor que el estrecho al que quisieran llevarlo algunos de sus compañeros de ruta.
Si Humala corrió al centro político es porque sabía que terminaría gobernando desde esa posición, sea cual fuere el costo que tendría que pagar con cualquiera de los extremos: de izquierda o de derecha.
Ahora sabrá, más que nunca, con quiénes seguir adelante y a quiénes dejar bajar en la primera estación.
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