El remoto y despoblado estado de Dakota del Norte, en la frontera estadounidense con Canadá, es uno de los escenarios de lo que algunos expertos consideran una revolución que determinará la economía y la política durante las próximas décadas.
Gracias a nuevas técnicas de extracción, las petroleras están aprovechando un petróleo que hasta hace poco era inaccesible.
En la formación rocosa Bakken, las perforadoras avanzan hasta una profundidad de tres kilómetros para luego excavar lateralmente y llegar a rocas de pizarra cargadas de crudo. Al inyectar en ellas agua o arena a alta presión, se fracturan y el petróleo acaba liberándose.
Este método ha permitido que la producción haya despegado desde la exigua cifra de 10.000 barriles al día de hace ocho años hasta rozar en los últimos días el medio millón.
Los ejecutivos de la industria predicen que en cinco años más podrían extraer un millón y medio de barriles, -más de la mitad de lo que produce diariamente Venezuela- y están aplicando la misma técnica en formaciones rocosas similares en el resto del país para obtener gas natural, además de petróleo.
Esta repentina bonanza ha contribuido a reducir la dependencia estadounidense del petróleo de otros países: hace dos años, EE UU compraba al resto del mundo dos tercios del crudo que consumía y ahora importa menos de la mitad.
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