«Ya nadie espera que el gobierno de Assad responda a las demandas de la comunidad internacional». Así de tajante se mostró ayer el primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogán, sobre su vecino sirio. Por su parte, su ministro de Energía, Taner Yildiz, indicó que Turquía está pensando en interrumpir el suministro eléctrico que en estos momentos provee a Siria, como respuesta a los incidentes del pasado fin de semana, en los que decenas de partidarios de Assad atacaron las legaciones diplomáticas de Turquía, Arabia Saudí y Francia en varias ciudades sirias.
El régimen del presidente Bashar al Assad parece cada vez más aislado internacionalmente: si el lunes era el rey Abdalá de Jordania quien aconsejaba a Assad dejar el poder, ayer fue el líder de la Organización de la Conferencia Islámica, Ekmeleddin Ihsanoglu, quien pidió a Siria que detenga la violencia contra los civiles.
La presión sobre el régimen comienza a dar sus primeros frutos: ayer, el gobierno sirio anunció la liberación de más de mil presos, entre ellos el conocido disidente Kamal Labwani, que permanecía encarcelado desde 2005. No obstante, varias organizaciones de derechos humanos han puesto en duda que los liberados sean presos políticos, y aseguran, en todo caso, que miles de disidentes y opositores continúan en las cárceles sirias.
Por su parte, el Consejo Nacional de Transición sirio (la organización que agrupa a la mayor parte de la oposición siria) ha solicitado al gobierno de Turquía la apertura de una oficina diplomática en este país. La petición aún no ha obtenido respuesta, aunque parece improbable que el gobierno turco vaya a dar aún este paso.
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