miércoles, noviembre 02, 2011

Un error colosal

Quizá no resulte sorprendente que, tras 24 meses de desgaste por las crecientes exigencias de austeridad a sus ciudadanos, el primer ministro griego pretenda ahora recuperar la legitimidad mellada, el apoyo de una mayoría silenciosa y la iniciativa política. Especialmente cuando, frente a otros dirigentes europeos frívolos o incompetentes, Yorgos Papandreu ha demostrado coraje político y determinación personal para afrontar su crisis nacional: su pecado ha sido la lentitud en la ejecución de las reformas legales emprendidas. El reconocimiento de su trayectoria, sin embargo, no empece para concluir que su propuesta de convocar un referéndum para aprobar el segundo paquete de rescate europeo a su país es un error de dimensiones colosales.

Lo es porque entraña un cálculo demasiado arriesgado. Es cierto que los griegos no pueden aspirar a un mejor trato que el decidido en la reciente cumbre, que supone en principio la condonación de la mitad de su deuda pública en manos de la banca. Pero también lo es que resulta muy difícil hacer valer este tipo de argumentación en una votación binaria, esquemática y susceptible de toda suerte de demagogias populistas como un referéndum. Especialmente si al final los ciudadanos acaban votando no sobre una medida concreta, sino sobre dos años de sacrificios que han exasperado a la sociedad griega. La experiencia de otros referendos en países como Francia, Irlanda u Holanda ilustran hasta qué punto suele prevalecer el malhumor social sobre la discusión del asunto sometido a las urnas.

Pero si lo que pretende Papandreu es emitir un signo ante sus socios para que no aumenten aún más la pesada carga de austeridad que arrastra su país, ese órdago tacticista supone ya jugar con fuego. De consumarse, no solo podría conducir a Grecia a la suspensión desordenada de pagos, sino también poner en tela de juicio los otros elementos del paquete aprobado en la última cumbre, de interés directo para todos los europeos: la recapitalización bancaria y el redimensionamiento del Fondo de rescate, y abocar así al conjunto de la Unión al abismo.

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