Hoy, millones de colombianos saldrán a protestar contra las Farc y a rechazar el infame flagelo del secuestro. En 40 ciudades del país, las organizaciones de la sociedad civil que convocan a la manifestación esperan que, a pesar del inclemente invierno, la voz de la nación se centre en un mensaje: libertad para todos los secuestrados.
Al igual que en marchas anteriores, como la del 4 de febrero del 2008, la indignación colectiva es el motor de las movilizaciones que hoy se sentirán. Y también, como en el 4-F, son las acciones atroces de la guerrilla las detonantes de esta expresión de descontento ciudadano.
La bárbara masacre de los subversivos contra cuatro uniformados ha canalizado de nuevo la rabia de la sociedad frente a unas Farc golpeadas y a la defensiva. El dolor de decenas de familias de policías y militares secuestrados en los últimos 15 años ha acallado la voz política de los alzados en armas con un impacto más profundo que cualquier bombardeo o cabecilla caído. En especial, cuando las esperanzas de madres, hijos, esposas y hermanos son destruidas por las balas insurgentes ante los ojos de todo el país.
Con su abominable política de 'canje humanitario', el Secretariado ha sembrado sevicia y ha cosechado el desprecio generalizado del pueblo que pretende representar. Por más diferencias sutiles que algunos busquen remarcar, para la inmensa mayoría de compatriotas que saldrán hoy a marchar, las Farc son sinónimo de secuestro y barbarie. El rechazo a esta infamia es, asimismo, un rechazo a esta organización alzada en armas.
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