El telescopio espacial Spitzer de la NASA ha detectado, con la que puede ser la mayor precisión que nunca antes se haya conseguido, el débil resplandor emitido por los primeros objetos del Universo.
Estos objetos pueden ser estrellas masivas, galaxias o voraces agujeros
negros. Están demasiado lejos para ser reconocidos de forma individual,
pero la óptica del Spitzer sí puede capturar lo que parece ser el
patrón colectivo de su luz infrarroja. Estas observaciones ayudan a
confirmar que los primeros objetos eran numerosos en cantidad y que quemaban combustible cósmico con furia.
El Universo se formó hace unos 13.700 millones de años en una explosión, el Big Bang,
que, según las teorías más aceptadas, supuso el principio de todo. Con
el tiempo, el cosmos se enfrió y unos 500 millones de años más tarde
empezaron a tomar forma las primeras estrellas, galaxias y agujeros negros. Los astrónomos dicen que parte de esa «primera luz» podría haber viajado miles de millones de años para alcanzar el Spitzer.
La luz se habría originado en longitudes de onda visible o incluso
ultravioleta, y a causa de la expansión del Universo, se extendió hasta
las más largas longitudes de onda infrarrojas observadas por Spitzer.
«Estos
objetos habrían sido tremendamente brillantes», dice Alexander «Sasha»
Kashlinsky, del Centro Goddard de la NASA en Greenbelt, Maryland, autor
principal del artículo que aparecerá en la revista The Astrophysical Journal.
«Todavía no podemos descartar directamente que esas fuentes misteriosas
de luz puedan provenir de nuestro universo cercano, pero es cada vez
más probable que estemos mirando de reojo a una época antigua».
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