Sus compatriotas y máximos enemigos íntimos -Ryan Lochte y Yohan Blake- no pudieron con ellos en la hora de la verdad. Venían de poner en jaque su supremacía, pero en el momento de la púrpura mayor, sus majestades Michael Phelps y Usain Bolt- prolongaron su supremacía de Pekín a Londres. El pez gordo se sale de la piscina inmortal, 22 escamas de metal (18 de oro) le contemplan en el Guinness de la Historia, la mayor cifra jamás lograda por nadie. El otro, Usain Bolt cosechó el mismo triplete de la velocidad brutal de 100m y 200m y el 4x100 con Jamaica. Nadie en la velocidad ha hecho lo que Usain, repitió marcones, tics y shows, y se creyó con el derecho de proclamar al mundo el estar en la misma categoría legendaria que los dos especímenes que más trascendieron la historia de su deporte, un tal Muhammad Ali y un tal Michael Jordan. Ni Phelps se hubiese atrevido a tanto. Aquí va una pequeña glosa de los nombres propios.
Phelps reescribe el Guinness: 22 medallas
Ahí os quedáis, adiós muy buenas. YO Michael Phelps me despido con 22 medallas olímpicas -18 oros, en tres JJOO- para los restos. Para dejar atrás las 18 de la gimnasta soviética Larisa Latynina nadó hacia 4 oros (100 mariposa y en 200 estilos, 4x100 estilos y 4x200 libre) y dos platas más: en su especialidad la mariposa 200 y el 4x100 libre. Se retira en la cima sólo como los animales de competición saben y pueden, a sus 27 años, una edad donde los mitos acuáticos se jubilan frente al poderío de la juventud. El batacazo en su estreno el 400 estilos ante Ryan Lochte (quedó fuera del podio) espoleó el motor del animal competitivo en busca de la leyenda. Y chitón, no se vio, no se ve, ni se verá semejante tiburón en una piscina. Amén.
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