viernes, agosto 17, 2012

Ecuador se abrió un frente con 3 países

Desde el martes pasado.  Los seguidores de Julián  Assange colgaron este póster que hace referencia al trabajo del fundador de Wikileaks, en los   exteriores de la sede de la diplomacia ecuatoriana en Londres. Facundo Arrizabalaga / EFE     
Finalmente, luego de dos años desde que se destapó el escándalo de los Wikileaks, el Ecuador concedió el asilo político a Julián Assange. Con la rueda de prensa de ayer, el canciller Ricardo Patiño cerró varias semanas de interrogantes. 

Su decisión era predecible, por las innumerables declaraciones de simpatía y apoyo que el Gobierno ecuatoriano había dado al fundador de Wikileaks. La primera fue en diciembre del 2010, cuando el entonces vicecanciller Kintto Lucas aseguró que el Ecuador extendería una invitación formal para que Assange visitara el país. A partir este año, el Gobierno fortaleció los lazos con Assange. 

En abril pasado, el presidente Rafael Correa dio una entrevista a Assange, que fue transmitida por la cadena Rusia Today. Semanas después, el periodista australiano se refugió en la Embajada de Ecuador en Londres y pidió el asilo político al Gobierno, violando el arresto domiciliario que pesaba sobre él, dispuesto por la Justicia inglesa. El Reino Unido había resuelto la extradición de Assange a Suecia como parte de una investigación por dos supuestos delitos sexuales, ocurridos en Estocolmo a inicios del 2010.

El ‘hacker’ aseguró que es inocente y que las acusaciones eran una estrategia del Gobierno estadounidense para extraditarlo y juzgarlo por difundir información clasificada. Este fue el argumento que Assange suscribió en su pedido de asilo político a Ecuador, en junio pasado, y que ahora pone a Quito en una situación complicada con el Reino Unido, Suecia y EE.UU. El enfrentamiento entre Assange y Estados Unidos empezó en abril del 2010, cuando Wikileaks difundió un video de 39 minutos en el que se veía cómo dos reporteros de la agencia Reuters morían bajo disparos de un helicóptero estadounidense en Iraq. En noviembre de ese año, Wikileaks filtró más de 250 000 documentos confidenciales, en los que se revelaban secretos de la política exterior estadounidense. 

Unos cables diplomáticos sobre Ecuador provocaron la expulsión de la ex embajadora de ese país en Quito, Heather Hodges. Recién en mayo de este año las relaciones se normalizaron entre los países, con la llegada del nuevo embajador de EE.UU., Adam Namm. A pesar de ello, el canciller Ricardo Patiño aseguró ayer que si Assange fuese extraditado a EE.UU., “no tendría un juicio justo (...) y no es inverosímil que se le aplique un trato cruel y degradante”. Pero la portavoz de la diplomacia norteamericana, Victoria Nuland, negó que EE.UU. haya ejercido presión sobre Londres para que extraditara a Assange a Suecia y aclaró que su país no ha requerido al australiano. Aunque admitió que hay una investigación sobre el caso Wikileaks. Asimismo, Patiño acusó a Suecia de no haber garantizado el debido proceso en la investigación contra el periodista. “La Fiscalía sueca ha tenido una actitud contradictoria que impidió al señor Assange el total ejercicio del legítimo derecho a la defensa”.

 Ayer, el ministro de Exteriores sueco, Carl Bildt, rechazó contundentemente estas acusaciones. “Nuestro sólido sistema jurídico y constitucional garantiza los derechos de todos. Rechazamos con firmeza cualquier acusación que sugiera lo contrario”, declaró. Ahora, la atención se centra en lo que hará el Reino Unido, para cumplir con esa extradición.

Finalmente, luego de dos años desde que se destapó el escándalo de los Wikileaks, el Ecuador concedió el asilo político a Julián Assange. Con la rueda de prensa de ayer, el canciller Ricardo Patiño cerró varias semanas de interrogantes. Su decisión era predecible, por las innumerables declaraciones de simpatía y apoyo que el Gobierno ecuatoriano había dado al fundador de Wikileaks. La primera fue en diciembre del 2010, cuando el entonces vicecanciller Kintto Lucas aseguró que el Ecuador extendería una invitación formal para que Assange visitara el país. A partir este año, el Gobierno fortaleció los lazos con Assange. En abril pasado, el presidente Rafael Correa dio una entrevista a Assange, que fue transmitida por la cadena Rusia Today. Semanas después, el periodista australiano se refugió en la Embajada de Ecuador en Londres y pidió el asilo político al Gobierno, violando el arresto domiciliario que pesaba sobre él, dispuesto por la Justicia inglesa. El Reino Unido había resuelto la extradición de Assange a Suecia como parte de una investigación por dos supuestos delitos sexuales, ocurridos en Estocolmo a inicios del 2010. El ‘hacker’ aseguró que es inocente y que las acusaciones eran una estrategia del Gobierno estadounidense para extraditarlo y juzgarlo por difundir información clasificada. Este fue el argumento que Assange suscribió en su pedido de asilo político a Ecuador, en junio pasado, y que ahora pone a Quito en una situación complicada con el Reino Unido, Suecia y EE.UU. El enfrentamiento entre Assange y Estados Unidos empezó en abril del 2010, cuando Wikileaks difundió un video de 39 minutos en el que se veía cómo dos reporteros de la agencia Reuters morían bajo disparos de un helicóptero estadounidense en Iraq. En noviembre de ese año, Wikileaks filtró más de 250 000 documentos confidenciales, en los que se revelaban secretos de la política exterior estadounidense. Unos cables diplomáticos sobre Ecuador provocaron la expulsión de la ex embajadora de ese país en Quito, Heather Hodges. Recién en mayo de este año las relaciones se normalizaron entre los países, con la llegada del nuevo embajador de EE.UU., Adam Namm. A pesar de ello, el canciller Ricardo Patiño aseguró ayer que si Assange fuese extraditado a EE.UU., “no tendría un juicio justo (...) y no es inverosímil que se le aplique un trato cruel y degradante”. Pero la portavoz de la diplomacia norteamericana, Victoria Nuland, negó que EE.UU. haya ejercido presión sobre Londres para que extraditara a Assange a Suecia y aclaró que su país no ha requerido al australiano. Aunque admitió que hay una investigación sobre el caso Wikileaks. Asimismo, Patiño acusó a Suecia de no haber garantizado el debido proceso en la investigación contra el periodista. “La Fiscalía sueca ha tenido una actitud contradictoria que impidió al señor Assange el total ejercicio del legítimo derecho a la defensa”. Ayer, el ministro de Exteriores sueco, Carl Bildt, rechazó contundentemente estas acusaciones. “Nuestro sólido sistema jurídico y constitucional garantiza los derechos de todos. Rechazamos con firmeza cualquier acusación que sugiera lo contrario”, declaró. Ahora, la atención se centra en lo que hará el Reino Unido, para cumplir con esa extradición.

Este contenido ha sido publicado originalmente por Diario EL COMERCIO en la siguiente dirección: http://www.elcomercio.com/politica/Ecuador-abrio-frente-paises_0_756524537.html. Si está pensando en hacer uso del mismo, por favor, cite la fuente y haga un enlace hacia la nota original de donde usted ha tomado este contenido. ElComercio.com
Finalmente, luego de dos años desde que se destapó el escándalo de los Wikileaks, el Ecuador concedió el asilo político a Julián Assange. Con la rueda de prensa de ayer, el canciller Ricardo Patiño cerró varias semanas de interrogantes. Su decisión era predecible, por las innumerables declaraciones de simpatía y apoyo que el Gobierno ecuatoriano había dado al fundador de Wikileaks. La primera fue en diciembre del 2010, cuando el entonces vicecanciller Kintto Lucas aseguró que el Ecuador extendería una invitación formal para que Assange visitara el país. A partir este año, el Gobierno fortaleció los lazos con Assange. En abril pasado, el presidente Rafael Correa dio una entrevista a Assange, que fue transmitida por la cadena Rusia Today. Semanas después, el periodista australiano se refugió en la Embajada de Ecuador en Londres y pidió el asilo político al Gobierno, violando el arresto domiciliario que pesaba sobre él, dispuesto por la Justicia inglesa. El Reino Unido había resuelto la extradición de Assange a Suecia como parte de una investigación por dos supuestos delitos sexuales, ocurridos en Estocolmo a inicios del 2010. El ‘hacker’ aseguró que es inocente y que las acusaciones eran una estrategia del Gobierno estadounidense para extraditarlo y juzgarlo por difundir información clasificada. Este fue el argumento que Assange suscribió en su pedido de asilo político a Ecuador, en junio pasado, y que ahora pone a Quito en una situación complicada con el Reino Unido, Suecia y EE.UU. El enfrentamiento entre Assange y Estados Unidos empezó en abril del 2010, cuando Wikileaks difundió un video de 39 minutos en el que se veía cómo dos reporteros de la agencia Reuters morían bajo disparos de un helicóptero estadounidense en Iraq. En noviembre de ese año, Wikileaks filtró más de 250 000 documentos confidenciales, en los que se revelaban secretos de la política exterior estadounidense. Unos cables diplomáticos sobre Ecuador provocaron la expulsión de la ex embajadora de ese país en Quito, Heather Hodges. Recién en mayo de este año las relaciones se normalizaron entre los países, con la llegada del nuevo embajador de EE.UU., Adam Namm. A pesar de ello, el canciller Ricardo Patiño aseguró ayer que si Assange fuese extraditado a EE.UU., “no tendría un juicio justo (...) y no es inverosímil que se le aplique un trato cruel y degradante”. Pero la portavoz de la diplomacia norteamericana, Victoria Nuland, negó que EE.UU. haya ejercido presión sobre Londres para que extraditara a Assange a Suecia y aclaró que su país no ha requerido al australiano. Aunque admitió que hay una investigación sobre el caso Wikileaks. Asimismo, Patiño acusó a Suecia de no haber garantizado el debido proceso en la investigación contra el periodista. “La Fiscalía sueca ha tenido una actitud contradictoria que impidió al señor Assange el total ejercicio del legítimo derecho a la defensa”. Ayer, el ministro de Exteriores sueco, Carl Bildt, rechazó contundentemente estas acusaciones. “Nuestro sólido sistema jurídico y constitucional garantiza los derechos de todos. Rechazamos con firmeza cualquier acusación que sugiera lo contrario”, declaró. Ahora, la atención se centra en lo que hará el Reino Unido, para cumplir con esa extradición.

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Finalmente, luego de dos años desde que se destapó el escándalo de los Wikileaks, el Ecuador concedió el asilo político a Julián Assange. Con la rueda de prensa de ayer, el canciller Ricardo Patiño cerró varias semanas de interrogantes. Su decisión era predecible, por las innumerables declaraciones de simpatía y apoyo que el Gobierno ecuatoriano había dado al fundador de Wikileaks. La primera fue en diciembre del 2010, cuando el entonces vicecanciller Kintto Lucas aseguró que el Ecuador extendería una invitación formal para que Assange visitara el país. A partir este año, el Gobierno fortaleció los lazos con Assange. En abril pasado, el presidente Rafael Correa dio una entrevista a Assange, que fue transmitida por la cadena Rusia Today. Semanas después, el periodista australiano se refugió en la Embajada de Ecuador en Londres y pidió el asilo político al Gobierno, violando el arresto domiciliario que pesaba sobre él, dispuesto por la Justicia inglesa. El Reino Unido había resuelto la extradición de Assange a Suecia como parte de una investigación por dos supuestos delitos sexuales, ocurridos en Estocolmo a inicios del 2010. El ‘hacker’ aseguró que es inocente y que las acusaciones eran una estrategia del Gobierno estadounidense para extraditarlo y juzgarlo por difundir información clasificada. Este fue el argumento que Assange suscribió en su pedido de asilo político a Ecuador, en junio pasado, y que ahora pone a Quito en una situación complicada con el Reino Unido, Suecia y EE.UU. El enfrentamiento entre Assange y Estados Unidos empezó en abril del 2010, cuando Wikileaks difundió un video de 39 minutos en el que se veía cómo dos reporteros de la agencia Reuters morían bajo disparos de un helicóptero estadounidense en Iraq. En noviembre de ese año, Wikileaks filtró más de 250 000 documentos confidenciales, en los que se revelaban secretos de la política exterior estadounidense. Unos cables diplomáticos sobre Ecuador provocaron la expulsión de la ex embajadora de ese país en Quito, Heather Hodges. Recién en mayo de este año las relaciones se normalizaron entre los países, con la llegada del nuevo embajador de EE.UU., Adam Namm. A pesar de ello, el canciller Ricardo Patiño aseguró ayer que si Assange fuese extraditado a EE.UU., “no tendría un juicio justo (...) y no es inverosímil que se le aplique un trato cruel y degradante”. Pero la portavoz de la diplomacia norteamericana, Victoria Nuland, negó que EE.UU. haya ejercido presión sobre Londres para que extraditara a Assange a Suecia y aclaró que su país no ha requerido al australiano. Aunque admitió que hay una investigación sobre el caso Wikileaks. Asimismo, Patiño acusó a Suecia de no haber garantizado el debido proceso en la investigación contra el periodista. “La Fiscalía sueca ha tenido una actitud contradictoria que impidió al señor Assange el total ejercicio del legítimo derecho a la defensa”. Ayer, el ministro de Exteriores sueco, Carl Bildt, rechazó contundentemente estas acusaciones. “Nuestro sólido sistema jurídico y constitucional garantiza los derechos de todos. Rechazamos con firmeza cualquier acusación que sugiera lo contrario”, declaró. Ahora, la atención se centra en lo que hará el Reino Unido, para cumplir con esa extradición.

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