Cuba continuará un año más en la lista de países que promocionan el terrorismo que cada año elabora el Departamento de Estado. Las asociaciones y los grupos en el exilio que han estado presionando en los últimos meses para que la Administración Obama eliminara a la isla de ese grupo, consideran su mantenimiento como una concesión política hacia la línea dura del Congreso de Estados Unidos.
“El informe que ha publicado el Departamento de Estado es inconsistente con la política de ayudar a la sociedad civil cubana de la que presume la Administración Obama”, explica Tomás Bilbao, director ejecutivo de Cuban Study Group, una organización independiente formada por profesionales y empresarios cubanoamericanos y estadounidense. “Que Cuba se mantenga en la lista de Estados terrorista solo se explica por la presión política”, indica.
Las principales novedades del informe respecto al del año anterior es que se eliminan las alusiones específicas a etarras y que se hace alusión al hecho de que el régimen cubano albergue, desde noviembre, las negociaciones de paz entre las FARC y el Gobierno de Colombia. “El informe deja claro que el Departamento de Justicia no cree realmente que Cuba sea un Estado terrorista”, afirma Geoff Thale, director de programas de Washington Office on Latin America (WOLA). “El documento destaca que Cuba se ha distanciado de los miembros de ETA y recuerda que la isla es el escenario de unas conversaciones de paz entre las FARC y Colombia, uno de los aliados más estrechos de EE UU”, explica Thale.
El resultado final del informe contradice las señales que el propio Departamento de Estado ofreció a principios de año cuando varios de sus miembros filtraron a The Boston Globe que Cuba iba a ser eliminada de la lista. Sin embargo, en las últimas semanas, la inclusión por parte del FBI en la lista de terroristas de Joanne Chesimard, una exactivista de Ejército por la Liberación Negra que huyó a Cuba tras matar en mayo de 1973 a un policía de Nueva Jersey, fue un indicio evidente de la intención del Departamento de Estado de no modificar su posición.“ Ha quedado demostrado que no existe voluntad por parte del Departamento de Estado por eliminar a Cuba de la lista”, se lamenta Bilbao.
En 2009, cuando el actual secretario de Estado, John Kerry, todavía era senador, se manifestó a favor de un cambio en la política de EE UU a Cuba. Muchos esperaban que desde la jefatura de la Diplomacia estadounidense pudiera impulsar la eliminación de la isla de la lista de países terroristas. “Es muy pronto para criticar a Kerry”, señala Arturo López Levy, miembro de la Junta de Cuban Americans for Engagement. “El secretario acaba de llegar al cargo y ha debido abordar asuntos de mayor trascendencia y urgencia que Cuba, como Corea del Norte o Siria”, indica.
López espera que, como en el caso de Corea del Norte, el presidente Obama firme, a propuesta del secretario de Estado, una orden Ejecutiva que saque a la isla del grupo de países terroristas sin tener que esperar a la redacción del informe del año que viene. “Eliminar a Cuba de la lista es algo que puede hacer el presidente sin necesidad de la aprobación del Capitolio, y eso serviría para avanzar en la mejora de la relación bilateral con la isla”, sostiene Thale. Bilbao, sin embargo, no es tan optimista. “Con la inclusión en la lista de terroristas de Chesimard han hecho mucho más difícil que antes que se pueda sacar a Cuba de ese listado”.
La inclusión de un país en la lista de países terroristas conlleva el veto a la compraventa de armas, controles sobre las exportaciones, la prohibición de ayuda económica y la imposición de una amplia gama de restricciones financieras. La consideración de Cuba como un Estado terrorista es uno de los principales escollos para normalizar las relaciones entre EE UU y la isla, en un momento en que el régimen castrista está empezando a realizar tímidas reformas. “El Congreso tiene un extraordinario control sobre la política cubana”, señala Thale. Aunque en los últimos meses varios congresistas y senadores han abogado por la eliminación de Cuba de esa lista, hay un núcleo duro, encabezado por el influyente senador demócrata Bob Menéndez, sucesor de Kerry al frente del Comité de Asuntos Jurídicos del Senado, reacio a autorizar concesiones.
Hay quien ve en el inmovilismo del Departamento de Estado una claudicación hacia este grupo más beligerante a cambio de anuncios de mayor calado dentro de la política de Obama hacia la isla, pero, la aparente inactividad del Gobierno estadounidense se observa como una oportunidad perdida. “La política de EE UU hacia Cuba tiene una importancia simbólica en América Latina, se considera un reflejo de la actitud de este país hacia la totalidad de la región”, reflexiona Thale. “La Administración Obama dice que quiere mejorar sus relaciones con el resto del continente. Eliminar a Cuba de la lista de países terroristas hubiera enviado un mensaje muy positivo de que la Administración verdaderamente apoya lo que dice”.
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