En una votación histórica, anhelada durante décadas por inmigrantes, legisladores, activistas y numerosas organizaciones de Estados Unidos, el Comité Judicial del Senado aprobó este martes el proyecto de ley para la reforma del sistema de inmigración. La votación del Comité es el primer paso en un largo proceso para reformar un sistema que ya no responde a las necesidades sociales y económicas del país. La ley será propuesta para votación ante el Senado durante el próximo mes de junio y después deberá ser respaldada por la Cámara de Representantes.
Han pasado seis años desde el último intento similar, fracasado tras un amargo debate, y casi tres décadas desde que los políticos estadounidenses empezasen a estudiar medidas para reinventar un sistema migratorio obsoleto e injusto. “Ninguno de los miembros del Comité consiguió todo lo que quería, ni yo tampoco”, declaró el presidente Obama tras conocer la votación del Comité, con 13 votos a favor -entre ellos tres republicanos- y cinco en contra. “Pero todos tenemos la obligación hacia el pueblo americano de lograr el mejor resultado posible”.
El proyecto de reforma del Senado incluye una vía de acceso a la ciudadanía para 11 millones de indocumentados, medidas para reforzar la seguridad en la frontera -aunque sin supeditar a ésta el proceso de regularización- cambios en las condiciones de internamiento de los ‘sin papeles’ que esperan a la deportación, la propuesta conocida como “Dream Act” para jóvenes indocumentados, nuevos permisos para trabajadores temporales o una importante renovación del programa de visados para profesionales especializados.
Los miembros del comité han rechazado, entre otras, una enmienda que negaba la la ciudadanía para indocumentados -uno de los pilares de la legislación y uno de los apartados imprescindibles para Obama- y han aprobado otras como la creación de un sistema en los aeropuertos para saber en qué momento abandonan los inmigrantes el país o aumentar las facilidades para contratar a extranjeros.
El partido del presidente quiere dejar claro a los hispanos, un electorado cada vez más determinante en cada convocatoria, que defenderán sus intereses. Por su parte, los republicanos quieren alejarse de leyes como la de Arizona, pero tampoco quieren verse obligados a defender en la campaña electoral de 2014 por qué votaron a favor de una ley propuesta por Obama.
La aprobación del texto por parte del Comité es una victoria para el presidente, que ya en 2008 se postuló como el candidato que reformaría el sistema de inmigración. La profunda crisis económica, dos guerras y la reforma del sistema sanitario consumieron todo su capital político, obligándole a romper aquella promesa. Dos años después, el Partido Republicano se instalaba en la Cámara de Representantes con una mayoría que cambió el panorama drásticamente. Obama sólo tendría otra oportunidad: 2012.
Para entonces el electorado hispano ya había aprendido la lección. El Partido Republicano sólo ofrecía propuestas antiinmigrantes. Un apoyo aplastante al candidato demócrata trasladaría un mensaje mucho más claro: siete de cada diez hispanos afirmaron con su papeleta electoral que en la reforma estaba el futuro político de cualquier aspirante a la Casa Blanca. Antes de que Obama hubiera acabado de celebrar su victoria, los republicanos ya le habían ofrecido recorrer juntos el camino para modificar, como nadie lo ha conseguido en tres décadas, un sistema ineficiente e injusto.
Este martes celebraban la votación del Comité. “Tenemos una oportunidad histórica para modernizar nuestro sistema migratorio para que responda a las necesidades del siglo XXI”, declaró el senador republicano Marco Rubio, uno de los ocho negociadores de la propuesta, en un comunicado. “Me mantengo optimista ante la posibilidad de que el Senado, al mejorar una ley a través de un debate abierto y decidido, aproveche esta oportunidad”.
Rubio, respaldado por el Tea Party, es el eje que acerca a los conservadores a una propuesta mucho más popular, tradicionalmente, entre los demócratas. Rubio debe convencer a éstos de que algunas de las exigencias de los republicanos son imprescindibles para aprobar la legislación. Si la ley fracasa, Rubio será responsable. Si la ley sale adelante, pero no incluye sus principales reivindicaciones, el Partido Republicano no le perdonará que Obama logre poner su sello a otra reforma histórica.
El texto legislativo ha logrado salir exitoso del Comité sin enfrentarse a un debate que muchos anticiparon, recordando las amargas discusiones que en 2007 derribaron la coalición de los senadores John McCain y Ted Kennedy. Los demócratas confían en que tendrán 70 votos en el Senado para sacar adelante la reforma y enviar el texto directamente a la Cámara de Representantes -que trabaja en su propia propuesta. Allí es donde los republicanos presentarán el verdadero pulso.
El texto de la Cámara, todavía por definir, podría ser mucho más conservador, poniendo en duda incluso el nivel de beneficios públicos a los que pueden acceder los indocumentados, una vez que comiencen su proceso de regularización. Varios republicanos ya han manifestado que se opondrán simplemente a cualquier texto, independientemente de lo que proponga, que aspire a reformar el sistema en su totalidad, no por partes.
El portavoz de la mayoría demócrata en el Senado, Harry Reid, ha anunciado que propondrá la legislación a voto tan pronto como la primera semana de junio. Si la ley sale adelante, deberá ser sometida a votación entonces por la Cámara de Representantes.
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