El Correo Digital de España se ocupa en su línea editorial de la sucesión en Arabia Saudita de la siguiente forma:
acontecimientos en Arabia Saudí tras el anuncio de la muerte del rey Fahd indica que previamente se había procedido con diligencia y unidad para mantener el delicado equilibrio en el interior de la familia real. Sólo así se comprende la celeridad con la que fue comunicado el fallecimiento y la aún mayor prontitud con la que se anunció que el príncipe Abdullah había sido designado como heredero. El rey Fahd estaba fuera del gobierno de los asuntos ordinarios del reino desde que hace una década sufrió una grave hemorragia cerebral, pero hasta hace no demasiado tiempo aún recibía a dirigentes, su opinión pesaba y nadie pensó nunca en la conveniencia de que abdicara por razones prácticas. Su hermanastro, primer ministro y heredero, Abdullah, le sustituye como rey y custodio de los Santos Lugares, La Meca y Medina, la función que más enorgullece a los soberanos wahabíes. Pero, aunque la maquinaria institucional haya demostrado estar engrasada, no es un viaje a través de una balsa de aceite el que espera al hermanastro sucesor, de 80 años. Arabia Saudí presenta desde hace varios años problemas de desempleo entre los jóvenes a consecuencia de su altísima tasa de natalidad -el 60% de la población está por debajo de los 18 años-. Los sectores intelectuales no ocultan su descontento por el aplazamiento de medidas aperturistas y las mujeres viven una injustificable situación de discriminación. Desde que asumió las funciones de gobierno, Abdullah despertó las esperanzas de estos colectivos porque pensaban que su religiosidad y buenas relaciones con los principales clanes abrirían el cerrojo de los influyentes ulemas; de hecho, algunas reformas económicas llegaron a levantar serias expectativas, que no se confirmaron luego en el terreno sociopolítico. También en el frente exterior Abdullah debe asumir retos importantes. El rumbo que tomarán ahora las relaciones con EE UU presenta interrogantes. Washington ha cultivado desde hace años un estrecho vínculo con el mayor productor de petróleo del mundo, pero no está claro qué tipo de entendimiento mantendrá con el 'religioso' heredero. Y tampoco es un secreto que desde el 11-S han crecido los recelos ante la posible 'doble personalidad' del reino saudí -15 de los 19 suicidas procedían de este país-. Habrá que esperar para ver hasta qué punto y en qué dirección Riad conserva los estratégicos lazos con EE UU, colma unas mínimas y legítimas aspiraciones de sus ciudadanos sin excitar las tentaciones involucionistas de los líderes religiosos y, sobre todo, mantiene a raya a las células de Al-Qaida que periódicamente recuerdan al ahora monarca que su objetivo de acabar con los Saud sigue vigente.
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