jueves, enero 05, 2006

Un terremoto político que puede cambiar todo el mapa israelí

ADVERSARIOS. ARIEL SHARON JUNTO A BENJAMIN NETANYAHU (DER) CUANDO ESTE OCUPABA AUN LA CARTERA DE HACIENDA DE SU GABINETE. (Foto: Reuters) REUTERS


Tanto por razones artificiales, cuanto por cuestiones naturales como es hoy el caso, la historia de Oriente Medio parece empeñada en confirmar que hay siempre una hoguera mayor a la cual es posible avanzar. La crisis que generó el colapso de Ariel Sharon es un tembladeral con impacto en un futuro tan cercano que torna aún más grave el timing de este suceso imprevisto. Todo el calendario electoral queda trastocado y puede dejar expedito el camino al poder de la figura posiblemente más controvertida del presente israelí, el ultraliberal Benjamín Netanyahu. Es difícil mensurar cuál será el impacto de este episodio para un plan de paz que estaba ya muy desdibujado aún con el paso de Sharon de entregar la franja de Gaza al gobierno palestino. Pero sí es claro que una victoria de Netanyahu puede ser una calamidad traducida en un retroceso sobre las huellas de lo poco que se ha avanzado, y no solo por el callejón palestino, sino por la estabilidad general de Oriente Medio.Netanyahu, un ex ministro de Hacienda del gabinete de Sharon, se alió con la oposición más ortodoxa al retiro de los colonos de Gaza, pero improbablemente porque le preocupara el destino de ese territorio. Su objetivo central era forzar el desplazamiento del entonces líder del Likud. Sharon, para neutralizarlo, tomó una serie de audaces medidas entre ellas abandonar ese partido tradicional, formar su propia agrupación, Kadima, aliarse con el desgastado pero aún prestigioso dirigente laborista Shimon Peres, e ir a elecciones nacionales el próximo 28 de marzo. En ese duelo se proponía fulminar al desafiante político liberal.Kadima, ("Adelante"), es una organización que ganó, según las encuestas, un rápido respaldo de la población y lo dejaba favorito para triunfar, pero cuya existencia estuvo siempre atada a la presencia desbordante de Sharon. Nadie puede apostar hoy mucho por su futuro. El vice a cargo del gobierno en la emergencia, Ehud Olmert, no tiene la suficiente proyección. Y el socio laborista, Peres, cuenta con más influencia en el exterior que posibilidades de poder domésticas.Es interesante notar este conflicto en la trastienda de la realidad israelí. Netanhyahu, hoy dueño excluyente del Likud, es un derechista en toda la línea, uno de cuyos objetivos centrales es una modificación sustancial del sistema de distribución del ingreso en Israel, incluyendo una baja crucial de los gastos del Estado. Conviene no agregar confusiones. La oposición de Sharon al credo thatcherista de su adversario no deviene de una desconocida inclinación socialista de este implacable ex militar señalado por su responsabilidad histórica en las matanzas de Sabra y Shatila, sino por su adhesión sin ambigüedades al tradicional modelo conservador israelí donde el Estado jamás cede a su papel regulador. Sharon jamás aceptó de buen grado que el Banco Central le fije las tasas o le regule los gastos, aun en épocas que la costosa guerra con los palestinos se convertía en el peor lastre para el crecimiento del país. Esa disputa en la cumbre es un dato notable sobre las características de las fuerzas que se han movido alrededor de la guerra crónica con los palestinos y parte del mundo árabe y que ha servido también para amurallar espacios políticos. Debe recordarse que Sharon si bien dejó Gaza, fue el arquitecto de la colonización del territorio que hoy debería ser un Estado palestino. Hay más de 200.000 israelíes viviendo en Cisjordania y el último gesto de George Bush, durante su campaña electoral, fue romper políticas históricas de Washington para admitir como legítima la política de los asentamientos. Pero, en cualquier caso, debe reconocerse que los cambios producidos últimamente por Sharon implicaron un paso hacia una necesaria flexibilidad impuesta tanto por la finalización de la Intifada debido a la fatiga de la vereda palestina, como por el dato realista del desgaste del gobierno de Bush para continuar su amparo irrestricto a las políticas duras que este controvertido premier aplicó durante toda su gestión. Netanyahu es un jinete del regreso a la confrontación, fiel a la creencia de un gran Israel que no admite la existencia de un espacio palestino, más bien un batustán de cantones sin conexión entre sí. Pero que es además la reacción del establishment a la aparición de figuras nuevas como el flamante líder del laborismo Amir Peretz, un premier en potencia que reniega, aunque con argumentos diferentes de los de Sharon, del culto fundamentalista del mercado.

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