miércoles, mayo 17, 2006

Bush y su Política de inmigración

Cuando un país envía a su Ejército a defender la frontera, como ha hecho Estados Unidos con el anuncio de que va a desplegar a 6.000 soldados de la Guardia Nacional, está lanzando un mensaje de extrema relevancia. En efecto, en el repertorio de opciones de las que dispone un Gobierno, el Ejército es el recurso último, el símbolo más evidente de que han fracasado todas las demás alternativas. El presidente George W. Bush ha reconocido que sus funcionarios no son capaces de controlar la frontera con los medios convencionales y, por ello, ha decidido tomar esta medida excepcional. Afortunadamente, el vecino México no tiene nada que temer desde este punto de vista, puesto que los militares no estarán en misiones armadas, y, en este caso, lo que pretende Washington es sobre todo enviar un mensaje tranquilizador a la población norteamericana.
En EE.UU., para muchos, el debate sobre la inmigración se ha contaminado ya con el de la seguridad y la lucha contra el terrorismo, lo que explica la gravedad de la situación a la que puede llevar la decisión anunciada por la Casa Blanca. El tiempo dirá si el resultado de esta disposición es que los norteamericanos se sientan más seguros o que, por el contrario, les parezca que el frente de combate se ha trasladado desde Afganistán o Irak al desierto de Arizona.Bush ha reaccionado también ante el clamor de las manifestaciones y ha evitado caer en la aberración de declarar ilegales o perseguibles a los sin papeles. Por ello ha querido compensar el rigor fronterizo «manu militari», anunciando al mismo tiempo una serie de medidas legales que abren un camino para la regularización de aquéllos que se encuentran en Estados Unidos en situación irregular, pero eludiendo en todo momento el concepto de «amnistía», algo que ya se había descartado desde el principio para no fomentar el efecto llamada y para que no resultase un agravio con aquellos millones de emigrantes que han llegado allí cumpliendo escrupulosamente las normas.
Esta voluntad de equidistancia puede que no sea bien recibida por la imponente minoría hispana, cuya influencia política está creciendo en todos los sentidos, y lo que Bush cree que está ganando con los votantes de origen anglosajón tal vez lo pierda entre los llamados latinos.La emigración se ha convertido en un fenómeno demasiado complejo como para estar haciendo cálculos a corto plazo, y si Bush cree que con estas medidas ha resuelto el problema, entonces, se equivoca. También en España estamos conociendo -ciertamente, en dimensiones mucho menores- los aspectos más conmovedores de este drama, que tiene que ver con muchas cosas a la vez. Pero, seguramente, el hecho al que alude directamente la decisión de usar el factor militar para combatirlo no es, ni mucho menos, el más importante de todos.

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