Los ataques perpetrados en la ciudad de San Pablo marcan un cambio cualitativo en la acción de las bandas delictivas vinculadas al narcotráfico, en el contexto de un problema carcelario común a muchos países periféricos.Desde hace tiempo grupos de delincuentes organizados que operan en el mercado de la droga llevan adelante operaciones propias de fuerzas militares contra organizaciones rivales y contra la ciudadanía, como sucedió en varias oportunidades en la ciudad y en las favelas de Río de Janeiro.Pero en esta ocasión, como señalan funcionarios brasileños, han atacado directamente a instituciones del Estado, conjuntamente con objetivos civiles y lo han hecho en gran escala y a lo largo de varios días.Se ha producido, de este modo, un agravamiento de un fenómeno que hemos señalado en reiteradas oportunidades en esta columna: la delincuencia ya no sólo apunta a la sociedad civil sino que se propone disputar al Estado el control territorial y social.Hay que tener en cuenta que ya, en Brasil y en muchos otros países, extensas zonas pobladas están sometidas al poder de organizaciones delictivas que controlan territorios, contratan personas y ofrecen protección social y seguridad.
Esto se articula con la situación de las cárceles. En Brasil, como en Argentina, muchas cárceles están superpobladas y, además de no proporcionar a los internos el trato establecido por la ley y por códigos humanitarios básicos, terminan siendo semilleros de violencia. Además, por la ineficiencia o complicidad de los guardiacárceles, operan como santuarios desde los que operan delincuentes convictos. Los Estados deben, en primer lugar, trazar programas para la reversión de las distorsiones de los sistemas carcelarios y, más en general, para el tratamiento del narcotráfico en la base de la sociedad. En este último punto no bastan, ni mucho menos, las medidas policiales. Son necesarias políticas para reconstituir la vida social de las poblaciones infiltradas por el narcotráfico a través de la educación y la creación de trabajo. Los sucesos de San Pablo marcan un cambio de la acción de organizaciones delictivas que desafían al poder del estado. Son necesarias políticas carcelarias y sociales para combatir la infiltración del narco en la base de la sociedad.
Fuente: Diario El Clarín de Buenos Aires
No hay comentarios.:
Publicar un comentario