Moammar El Gaddafi ha pasado de ser el referente del terrorismo mundial más buscado a ser considerado un aliado de Occidente. Después de 26 años de embargo diplomático y económico, Estados Unidos ha restablecido sus relaciones con Libia, un país más grande que Egipto pero con sólo cinco millones y medio de habitantes, que hoy son de los más ricos de África. De aquel pintoresco militar nasserista que era el coronel Gaddafi, el cual una vez muerto el rais egipcio pretendió convertirse en el líder del panarabismo, que hizo de sus bravatas contra Israel y su valedor Estados Unidos un medio para consolidar su poder, queda poco. Como también pasó a la historia la amenaza nuclear que, como ahora Corea del Norte e Irán, blandió el entonces ensoberbecido líder islamista libio. Lejos quedan también las dos acciones bélicas contra Gaddafi -una de ellas causó la muerte de su hija adoptiva- ordenadas por el presidente Reagan en 1981 y 1986 tras un ataque libio a una discoteca de Berlín. La comunidad internacional ha dado también por saldada la deuda de sangre provocada por los servicios secretos libios en 1988 y 1989 por el derribo de dos aviones comerciales con 270 muertos en Lockerbie (Escocia) y otros 170 en Níger. Tras asumir los atentados y el pago de las indemnizaciones, las Naciones Unidas y Estados Unidos levantaron los embargos a Libia, lo han acogido en el seno de los países civilizados que luchan contra el terrorismo, mantiene intensas relaciones comerciales con la UE y está emergiendo como destino turístico.
El sistema autoproclamado socialista de Gaddafi ha creado entre otras cosas un sistema de previsión social, con asistencia médica gratuita, una participación del 25% en los beneficios empresariales para los obreros industriales y ha multiplicado las inversiones agrícolas. Así Libia dejó de ser país pobre del norte de África para disfrutar una renta per cápita superior a los 7.000 dolares/ año, que, por supuesto, no esconde la existencia de grandes diferencias. Todo ello gracias a sus importantes recursos de crudo y de gas y al descubrimiento de una inmensa bolsa de agua subterránea en pleno desierto, que abre unas inmensas posibilidades agrícolas, en una economía que camina hacia su liberalización. Se argumentará con razón que el endurecimiento de Washington tras el 11-S ha influido en Gaddafi. Pero también es cierto que el giro libio se inició cuando el país se convirtió en objetivo de la inversión extranjera, a finales del siglo pasado.
Editorial del diario español La Vanguardia Digital
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