Durante cuatro años, el presidente brasileño Luiz Inácio Lula Da Silva salió indemne de cuanto escándalo sacudió al Partido de los Trabajadores (PT). Elegido en el 2002 con 61 por ciento de los votos, los ciudadanos trazaban una línea divisoria entre él y su partido. Estallaban episodios de corrupción administrativa y caían grandes jefes del PT, pero Lula sufría apenas leves rasguños. Se pensó, inclusive, que el domingo pasado ganaría sin pasar por una nueva confrontación electoral. Al fin y al cabo, el candidato más cercano, Geraldo Alckmin, del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), estaba hace un mes a 11 puntos de distancia, y la candidata del Frente de Izquierda, Heloísa Helena, no pasaba del 8 por ciento.
Pero algo aconteció, y no se dio el resultado anunciado. Ayer, con el 99,2 por ciento de los 126 millones de votos escrutados, Lula llegaba apenas al 48,61 por ciento; Alckmin, al 41,58; y Helena, al 6,85. ¿Qué permitió a Lula salvarse de los escándalos que habrían demolido a otro presidente, y qué lo afectó ahora hasta obligarlo a luchar por su supervivencia en la segunda vuelta el 29 de octubre?
Su prestigio popular se explica por el éxito de su política económica entre los más pobres. Contra lo que temían los ortodoxos, Lula manejó con prudencia la economía, pero al mismo tiempo tendió la mano del Estado a los estratos desvalidos. A base de subsidios, fondos de ayuda social, creación de empleo y otros mecanismos, en cuatro años logró reducir de 28 a 23 por ciento el sector de los más necesitados. Al mismo tiempo, la capacidad económica de los hogares pobres creció un 28 por ciento. Este gran avance en un país con desigualdades colosales le dio a Lula un gran apoyo en el nordeste y otras áreas menos favorecidas, que el domingo depositaron 65 de cada 100 votos por él. En cambio, el sector productivo no recibió iguales beneficios y, por eso, en el Triángulo de Oro industrial (Río-São Paulo-Porto Alegre) ganó Alckmin (55 por ciento) y perdió Lula (35 por ciento).
También afectaron a Lula el error de no acudir al último debate de candidatos y el último escándalo, cuando dirigentes del PT intentaron desacreditar al candidato del PSDB en el estado de São Paulo. Al final, si la izquierda que votó por él en el 2002 no se hubiera dividido, Lula estaría hoy reelegido. No lo está. En teoría, deberá ganar a Alckmin en cuatro semanas. Pero no es imprudente descartar sorpresas. ¿Cambiará de dirección el péndulo brasileño? Está por verse.
Fuente: Editorial del diario El Tiempo de Bogotá
Pero algo aconteció, y no se dio el resultado anunciado. Ayer, con el 99,2 por ciento de los 126 millones de votos escrutados, Lula llegaba apenas al 48,61 por ciento; Alckmin, al 41,58; y Helena, al 6,85. ¿Qué permitió a Lula salvarse de los escándalos que habrían demolido a otro presidente, y qué lo afectó ahora hasta obligarlo a luchar por su supervivencia en la segunda vuelta el 29 de octubre?
Su prestigio popular se explica por el éxito de su política económica entre los más pobres. Contra lo que temían los ortodoxos, Lula manejó con prudencia la economía, pero al mismo tiempo tendió la mano del Estado a los estratos desvalidos. A base de subsidios, fondos de ayuda social, creación de empleo y otros mecanismos, en cuatro años logró reducir de 28 a 23 por ciento el sector de los más necesitados. Al mismo tiempo, la capacidad económica de los hogares pobres creció un 28 por ciento. Este gran avance en un país con desigualdades colosales le dio a Lula un gran apoyo en el nordeste y otras áreas menos favorecidas, que el domingo depositaron 65 de cada 100 votos por él. En cambio, el sector productivo no recibió iguales beneficios y, por eso, en el Triángulo de Oro industrial (Río-São Paulo-Porto Alegre) ganó Alckmin (55 por ciento) y perdió Lula (35 por ciento).
También afectaron a Lula el error de no acudir al último debate de candidatos y el último escándalo, cuando dirigentes del PT intentaron desacreditar al candidato del PSDB en el estado de São Paulo. Al final, si la izquierda que votó por él en el 2002 no se hubiera dividido, Lula estaría hoy reelegido. No lo está. En teoría, deberá ganar a Alckmin en cuatro semanas. Pero no es imprudente descartar sorpresas. ¿Cambiará de dirección el péndulo brasileño? Está por verse.
Fuente: Editorial del diario El Tiempo de Bogotá
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