En momentos en que el Consejo de Seguridad de la ONU se dispone a votar para imponer nuevas sanciones a Irán por su polémico plan nuclear, Teherán puso en marcha ayer una audaz jugada: sus fuerzas navales detuvieron a 15 soldados británicos que llevaban a cabo operaciones rutinarias de inspección en una zona del Golfo Pérsico en litigio entre Irak e Irán. El episodio provocó una inmediata y enérgica protesta del gobierno de Londres. Además, dejó sobrevolando el temor a que la máxima tensión actual se transforme en un nuevo conflicto bélico en una región colmada de efectivos militares norteamericanos, británicos e iraníes.
Inmediatamente después de producida la captura de los militares británicos, el gobierno de Tony Blair convocó al embajador iraní en Londres y exigió la "devolución inmediata y a salvo" del personal y de los equipos. Margarett Beckett, ministra de Relaciones Exteriores británica, se declaró "extremadamente perturbada" por la polémica detención. "Estamos lidiando con este asunto con la mayor urgencia, con las autoridades iraníes al más alto nivel y [...] el embajador iraní ha sido convocado a la secretaría de Relaciones Exteriores", indicó el Ministerio de Defensa británico en un comunicado.
Londres explicó que el personal capturado había completado la inspección con éxito de un barco mercante cuando sus dos naves fueron rodeadas y escoltadas por buques iraníes hasta aguas territoriales iraníes. Los militares, infantes de marina y marinos que pertenecen a la fragata HMS Cornwall, fueron capturados a punta de pistola. Sin embargo, la visión presentada por Teherán presenta diferencias irreconciliables con los dichos del comunicado británico y hace aflorar los puntos de desacuerdo.
De hecho, la zona donde ocurrió la detención, que según Gran Bretaña se trata de "aguas iraquíes", es en rigor el canal Shatt al-Arab, que divide a ambos países, pero con una línea fronteriza en disputa desde 1935. Por eso, el ministro de Asuntos Exteriores de Irán, Manoucher Mottaki, declaró que la fuerza naval británica había ingresado de forma ilegal en aguas iraníes y convocó a la encargada de negocios británica en Teherán para expresarle que ésta no es la primera vez que la Armada Real "viola" las fronteras de Irán.
Inmediatamente después de producida la captura de los militares británicos, el gobierno de Tony Blair convocó al embajador iraní en Londres y exigió la "devolución inmediata y a salvo" del personal y de los equipos. Margarett Beckett, ministra de Relaciones Exteriores británica, se declaró "extremadamente perturbada" por la polémica detención. "Estamos lidiando con este asunto con la mayor urgencia, con las autoridades iraníes al más alto nivel y [...] el embajador iraní ha sido convocado a la secretaría de Relaciones Exteriores", indicó el Ministerio de Defensa británico en un comunicado.
Londres explicó que el personal capturado había completado la inspección con éxito de un barco mercante cuando sus dos naves fueron rodeadas y escoltadas por buques iraníes hasta aguas territoriales iraníes. Los militares, infantes de marina y marinos que pertenecen a la fragata HMS Cornwall, fueron capturados a punta de pistola. Sin embargo, la visión presentada por Teherán presenta diferencias irreconciliables con los dichos del comunicado británico y hace aflorar los puntos de desacuerdo.
De hecho, la zona donde ocurrió la detención, que según Gran Bretaña se trata de "aguas iraquíes", es en rigor el canal Shatt al-Arab, que divide a ambos países, pero con una línea fronteriza en disputa desde 1935. Por eso, el ministro de Asuntos Exteriores de Irán, Manoucher Mottaki, declaró que la fuerza naval británica había ingresado de forma ilegal en aguas iraníes y convocó a la encargada de negocios británica en Teherán para expresarle que ésta no es la primera vez que la Armada Real "viola" las fronteras de Irán.
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