Diego Golombek y Patricia Agostino, con uno de los hamsters sometidos al experimento
Foto: Gustavo Cherro
Hace un tiempo, mientras asistía a una reunión científica en Valencia, Diego Golombek, director del Laboratorio de Cronobiología de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ) -además de escritor y director de una conocida colección de divulgación de temas científicos-, tuvo la idea más enloquecida que pueda concebirse: se le ocurrió que podría acelerar el reloj biológico de sus hámsteres de experimentación dándoles... Viagra (o sildenafil, su nombre genérico). Lo más sorprendente, sin embargo, es que no estaba equivocado. De hecho, según un trabajo que se publica en Proceedings of the National Academy of Sciences , la célebre pastillita azul utilizada para tratar la disfunción eréctil podría tener un efecto colateral imprevisto: en la dosis adecuada, ayudaría a contrarrestar los efectos del jet lag y de los cambios de turno laborales.
Para probarlo, Golombek, Patricia Agostino y Santiago Plano, los tres autores del estudio, les administraron a un grupo de hámsteres de su laboratorio una pequeña dosis de sildenafil antes de crearles un abrupto desfase de seis horas (variando los horarios de luz y oscuridad, más o menos como si viajaran de América latina a Europa). El resultado fue significativo: los animales medicados se adaptaron al cambio horario un 50% más rápido que sus congéneres del grupo de control. Golombek, Agostino y Plano estudian las vías moleculares que permiten que se sincronice nuestro reloj interno; el mismo que nos indica, por ejemplo, cuándo dormir y cuándo despertarnos. "Estas vías son importantísimas -explica Golombek-, porque el reloj es «circadiano»; es decir, no tiene un ciclo de exactamente 24 horas, sino aproximado.
Por lo tanto, si no se ajusta, pierde sentido adaptativo." Pero ¿cómo se "pone en hora"? En nuestro planeta, la señal más fidedigna para sincronizarlo es la luz. Y esto es precisamente lo que les interesaba desentrañar a los investigadores de la UNQ cuando pensaron el experimento: de qué forma "dialogan" la luz y el reloj biológico en el lenguaje molecular de la bioquímica. Se sabe desde hace mucho que la luz ingresa por los ojos y llega a un área profunda del cerebro donde están alojados los núcleos supraquiasmáticos, dos estructuras anatómicas bien definidas del hipotálamo que, en los roedores, tienen aproximadamente 10.000 neuronas cada una. "Se comprobó que estas células reciben información del ojo, porque si uno le inyecta a éste un colorante, después de unos días llega al hipotálamo-dice Golombek-. Así fue, precisamente, como se descubrió el reloj biológico."
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