La victoria de Barack Obama en las primarias demócratas de Carolina del Sur sugiere por sus dimensiones -ha doblado a Hillary Clinton en votos, con una gran participación- algo más que el triunfo de un candidato negro en un Estado sureño con un alrededor del 30% de habitantes de esta raza. Pese a que los estrategas clintonianos minimizan el valor de los resultados, cuatro de cada cinco votos negros han ido al joven senador por Illinois y hasta la cuarta parte de los blancos, más de los que casi todos predecían.
La confrontación de Carolina del Sur, tras las derrotas de Obama en New Hampshire y Nevada, se ha producido al final de la semana más crispada en el campo demócrata de la incipiente carrera hacia la Casa Blanca. En ella, el ex presidente Clinton, desempeñando un papel electoral más acusado que el de su propia esposa, ha atacado a Obama en temas de raza y derechos civiles, en un tono y estilo que ha merecido la reprobación de algunos popes de su propio partido. Una lectura inicial de estas primarias -que parecen anticipar la jubilación del senador John Edwards, tercero en votos pese a ser nativo del Estado- es que la agria estrategia del matrimonio Clinton contra el senador de Illinois parece estar pasándoles factura, más que produciendo los resultados apetecidos. No viene a cuento el inusitado protagonismo del ex inquilino de la Casa Blanca en el transcurso de una elección histórica, en la que su partido optará finalmente entre una mujer o un negro para catapultarles a la jefatura suprema de Estados Unidos.
Si en el lado demócrata Carolina tiene como efecto inmediato multiplicar el interés del supermartes 5 de febrero, los republicanos están pendientes a su vez de las votaciones de mañana en Florida. Esas primarias representan la gran esperanza del ex alcalde de Nueva York, Rudolph Giuliani, ayuno de victorias, y una gran oportunidad para las opciones del senador por Arizona John McCain. Pero la primera gran inflexión de la carrera presidencial que acabará en noviembre va a ser el próximo 5 de febrero. Ese día, la batalla Estado por Estado dejará paso a una confrontación nacional, en la que los aspirantes del partido demócrata habrán de contrastar su atractivo real ante electores de 22 Estados, variopintos tanto política como racialmente.
Fuente: Editorial del diario El País de España
La confrontación de Carolina del Sur, tras las derrotas de Obama en New Hampshire y Nevada, se ha producido al final de la semana más crispada en el campo demócrata de la incipiente carrera hacia la Casa Blanca. En ella, el ex presidente Clinton, desempeñando un papel electoral más acusado que el de su propia esposa, ha atacado a Obama en temas de raza y derechos civiles, en un tono y estilo que ha merecido la reprobación de algunos popes de su propio partido. Una lectura inicial de estas primarias -que parecen anticipar la jubilación del senador John Edwards, tercero en votos pese a ser nativo del Estado- es que la agria estrategia del matrimonio Clinton contra el senador de Illinois parece estar pasándoles factura, más que produciendo los resultados apetecidos. No viene a cuento el inusitado protagonismo del ex inquilino de la Casa Blanca en el transcurso de una elección histórica, en la que su partido optará finalmente entre una mujer o un negro para catapultarles a la jefatura suprema de Estados Unidos.
Si en el lado demócrata Carolina tiene como efecto inmediato multiplicar el interés del supermartes 5 de febrero, los republicanos están pendientes a su vez de las votaciones de mañana en Florida. Esas primarias representan la gran esperanza del ex alcalde de Nueva York, Rudolph Giuliani, ayuno de victorias, y una gran oportunidad para las opciones del senador por Arizona John McCain. Pero la primera gran inflexión de la carrera presidencial que acabará en noviembre va a ser el próximo 5 de febrero. Ese día, la batalla Estado por Estado dejará paso a una confrontación nacional, en la que los aspirantes del partido demócrata habrán de contrastar su atractivo real ante electores de 22 Estados, variopintos tanto política como racialmente.
Fuente: Editorial del diario El País de España
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