Por Carlos Larreátegui del diario El Comercio de Quito
Es justo reconocer la decidida y eficaz acción diplomática desplegada por el Presidente y la Canciller de la República frente a la crisis con Colombia. La reacción inmediata y el veloz desplazamiento hacia los centros de la diplomacia regional, permitieron reafirmar los derechos del Ecuador y sentar un precedente fundamental en la relación de los países. La crisis, sin embargo, no ha concluido. La emboscada mediática preparada por el presidente Álvaro Uribe en la cumbre del Grupo de Río, trasladó el eje del conflicto y empujó al Ecuador a una batalla feroz con los medios internacionales.
La inminente derrota diplomática que aguardaba a Colombia en República Dominicana obligó a Uribe a imaginar otras salidas y a preparar una ofensiva distinta. Por ello, solicitó a su homólogo dominicano la instalación de una sesión pública para que los medios pudieran transmitir abiertamente la sesión y difundir la posición colombiana. Con luces, cámaras y decenas de millones de espectadores en la región, Uribe preparó una celada y lanzo un dardo venenoso contra el Mandatario ecuatoriano acusándolo de proteger a las FARC y de haber recibido dinero de los subversivos para su campaña. Con esta acusación, y los señalamientos previos de vínculos políticos y financieros entre Chávez y la guerrilla, Colombia se aseguraba los principales titulares de la prensa mundial y eclipsaba cualquier referencia a su derrota diplomática. Las sonrisas y abrazos de los presidentes en Santo Domingo crearon la ilusión de que el conflicto había concluido. Otra tormenta, más intensa, venía en camino.
El Ecuador no puede ni debe ocultar ciertos errores de Colombia a la prensa internacional. El primero y más grave fue su excesiva proximidad con Hugo Chávez en la crisis. Los medios han presentado a Venezuela y a Ecuador como hermanos siameses y han incluido a nuestro país en el expediente chavista. El segundo gran error proviene del discurso del ministro Larrea.
Sus declaraciones han sido muy confusas y han alentado especulaciones y conjeturas que han debilitado la imagen del país. El tercero, y más grave, es la falta de una verdadera política de estado frente al conflicto colombiano. Voceros y analistas políticos han dejado entrever la posibilidad de que Venezuela y Ecuador puedan ser incluidos en la denominada “lista negra” de países que apoyan al terrorismo. Los efectos son más que retóricos y podrían incluir severas sanciones bajo la resolución 1373 del Consejo de Seguridad de la ONU, que establece que "los Estados no proporcionarán ninguna clase de apoyo, activo o pasivo, a entidades o personas implicadas en actos terroristas".
En los próximos días la Interpol dará a conocer el examen practicado a la computadora de ‘Raúl Reyes’ y sus resultados serán determinantes en la fijación de las percepciones internacionales. El Ecuador tiene la obligación de despejar las imputaciones colombianas y tomar medidas que reafirmen nuestro absoluto rechazo al terrorismo.
Es justo reconocer la decidida y eficaz acción diplomática desplegada por el Presidente y la Canciller de la República frente a la crisis con Colombia. La reacción inmediata y el veloz desplazamiento hacia los centros de la diplomacia regional, permitieron reafirmar los derechos del Ecuador y sentar un precedente fundamental en la relación de los países. La crisis, sin embargo, no ha concluido. La emboscada mediática preparada por el presidente Álvaro Uribe en la cumbre del Grupo de Río, trasladó el eje del conflicto y empujó al Ecuador a una batalla feroz con los medios internacionales.
La inminente derrota diplomática que aguardaba a Colombia en República Dominicana obligó a Uribe a imaginar otras salidas y a preparar una ofensiva distinta. Por ello, solicitó a su homólogo dominicano la instalación de una sesión pública para que los medios pudieran transmitir abiertamente la sesión y difundir la posición colombiana. Con luces, cámaras y decenas de millones de espectadores en la región, Uribe preparó una celada y lanzo un dardo venenoso contra el Mandatario ecuatoriano acusándolo de proteger a las FARC y de haber recibido dinero de los subversivos para su campaña. Con esta acusación, y los señalamientos previos de vínculos políticos y financieros entre Chávez y la guerrilla, Colombia se aseguraba los principales titulares de la prensa mundial y eclipsaba cualquier referencia a su derrota diplomática. Las sonrisas y abrazos de los presidentes en Santo Domingo crearon la ilusión de que el conflicto había concluido. Otra tormenta, más intensa, venía en camino.
El Ecuador no puede ni debe ocultar ciertos errores de Colombia a la prensa internacional. El primero y más grave fue su excesiva proximidad con Hugo Chávez en la crisis. Los medios han presentado a Venezuela y a Ecuador como hermanos siameses y han incluido a nuestro país en el expediente chavista. El segundo gran error proviene del discurso del ministro Larrea.
Sus declaraciones han sido muy confusas y han alentado especulaciones y conjeturas que han debilitado la imagen del país. El tercero, y más grave, es la falta de una verdadera política de estado frente al conflicto colombiano. Voceros y analistas políticos han dejado entrever la posibilidad de que Venezuela y Ecuador puedan ser incluidos en la denominada “lista negra” de países que apoyan al terrorismo. Los efectos son más que retóricos y podrían incluir severas sanciones bajo la resolución 1373 del Consejo de Seguridad de la ONU, que establece que "los Estados no proporcionarán ninguna clase de apoyo, activo o pasivo, a entidades o personas implicadas en actos terroristas".
En los próximos días la Interpol dará a conocer el examen practicado a la computadora de ‘Raúl Reyes’ y sus resultados serán determinantes en la fijación de las percepciones internacionales. El Ecuador tiene la obligación de despejar las imputaciones colombianas y tomar medidas que reafirmen nuestro absoluto rechazo al terrorismo.
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