Martín Pallares, enviado especial a Washington del diario El Comercio de Quito
El rumor que circuló por el viejo y solemne edificio de la Organización de Estados Americanos, OEA, de que el Ecuador iba a someter a votación su proyecto de resolución renunciando así a cualquier posibilidad de que se halle un consenso unánime sobre su reclamo por la violación colombiana a su soberanía activó todas las alertas diplomáticas del continente.
Eran ya casi las 22:30 en Washington y la posición colombiana, que pretendía que la resolución contenga una mención al tema del terrorismo, mantenía al organismo paralizado. Ecuador, en cambio, no quería que se introduzca ese tema ya que hubiera quitado protagonismo al único tema de la disputa que era el de la violación a la soberanía.
Someter a votación el texto propuesto por el Ecuador significaba varias cosas. No solo que el Ecuador pierda la votación sino que el sistema diplomático de la OEA fracase, pues solo dos veces en la toda la historia del organismo había sucedido tal cosa.
Además, estaba en juego el prestigio político del secretario general, José Miguel Insulza quien tiene aspiraciones políticas en su país.
A esa hora, una atmósfera pesada y tensa dominaba el edificio. Los periodistas colombianos y ecuatorianos especulaban frustrados por no tener noticias cuando la hora del cierre definitivo de los diarios era inminente. EE.UU. y su importante red de influencia entre los países del Caribe estaba del lado colombiano y eso impedía el consenso.
La simple posibilidad de que el Ecuador tome la decisión de someter a votación el texto hizo que los cancilleres del continente se preocupasen. Celso Amorim, el canciller de
Brasil cuya actuación fue protagónica en toda la jornada, propuso entonces que se conformara un pequeño grupo encargado de la redacción del texto final. Ahí estaban
Ecuador, Colombia, República Dominicana, Paraguay, Uruguay, México y el secretario general Insulza.
El propio Amorim, quien había sido invitado para dar algunas opiniones, miró un documento preparado por el Ecuador en el que se recogían varias observaciones y empezó a aplaudir. Ese momento, según la canciller ecuatoriana María Isabel Salvador, fue clave para el Ecuador. El canciller colombiano, Fernando Araújo, miró a la delegación de los EE.UU. que había entrado para expresar su oposición y trató de decir que aún habían posiciones contrarias al texto. Pero ya era demasiado tarde.
El aplauso de Amorim desató lo que Efrén Cocíos, embajador del Ecuador ante la OEA, llama una “rebelión del continente”, frente a Estados Unidos que trabajaba arduamente a favor de Colombia y todos los cancilleres dieron por hecho que se aprobaba ese documento. La tesis ecuatoriana se había impuesto.
El rumor que circuló por el viejo y solemne edificio de la Organización de Estados Americanos, OEA, de que el Ecuador iba a someter a votación su proyecto de resolución renunciando así a cualquier posibilidad de que se halle un consenso unánime sobre su reclamo por la violación colombiana a su soberanía activó todas las alertas diplomáticas del continente.
Eran ya casi las 22:30 en Washington y la posición colombiana, que pretendía que la resolución contenga una mención al tema del terrorismo, mantenía al organismo paralizado. Ecuador, en cambio, no quería que se introduzca ese tema ya que hubiera quitado protagonismo al único tema de la disputa que era el de la violación a la soberanía.
Someter a votación el texto propuesto por el Ecuador significaba varias cosas. No solo que el Ecuador pierda la votación sino que el sistema diplomático de la OEA fracase, pues solo dos veces en la toda la historia del organismo había sucedido tal cosa.
Además, estaba en juego el prestigio político del secretario general, José Miguel Insulza quien tiene aspiraciones políticas en su país.
A esa hora, una atmósfera pesada y tensa dominaba el edificio. Los periodistas colombianos y ecuatorianos especulaban frustrados por no tener noticias cuando la hora del cierre definitivo de los diarios era inminente. EE.UU. y su importante red de influencia entre los países del Caribe estaba del lado colombiano y eso impedía el consenso.
La simple posibilidad de que el Ecuador tome la decisión de someter a votación el texto hizo que los cancilleres del continente se preocupasen. Celso Amorim, el canciller de
Brasil cuya actuación fue protagónica en toda la jornada, propuso entonces que se conformara un pequeño grupo encargado de la redacción del texto final. Ahí estaban
Ecuador, Colombia, República Dominicana, Paraguay, Uruguay, México y el secretario general Insulza.
El propio Amorim, quien había sido invitado para dar algunas opiniones, miró un documento preparado por el Ecuador en el que se recogían varias observaciones y empezó a aplaudir. Ese momento, según la canciller ecuatoriana María Isabel Salvador, fue clave para el Ecuador. El canciller colombiano, Fernando Araújo, miró a la delegación de los EE.UU. que había entrado para expresar su oposición y trató de decir que aún habían posiciones contrarias al texto. Pero ya era demasiado tarde.
El aplauso de Amorim desató lo que Efrén Cocíos, embajador del Ecuador ante la OEA, llama una “rebelión del continente”, frente a Estados Unidos que trabajaba arduamente a favor de Colombia y todos los cancilleres dieron por hecho que se aprobaba ese documento. La tesis ecuatoriana se había impuesto.
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