Hace unos días, en uno de los primeros vuelos que partieron desde España hacia EEUU tras el atentado frustrado de Navidad contra un avión que se dirigía a Detroit, Bob Lape y Joanna Pruess, una pareja de neoyorquinos que acababan de pasar los reforzados controles en Barajas, asumían que los cacheos, las dobles revisiones del equipaje de mano y las prohibiciones impuestas en la cabina serían «la nueva normalidad». No se equivocaban, al menos en parte.
Ayer entraron en vigor en todo el mundo nuevas normas de seguridad impuestas por la Agencia de Seguridad en el Transporte de Estados Unidos (TSA por sus siglas en inglés). Son medidas que relajan en cierta forma los exhaustivos controles de emergencia que se impusieron tras el atentado frustrado a los que se ha sometido desde el 26 de diciembre a todos los viajeros con destino a EEUU. A la vez, y provocando ya algunas denuncias sobre discriminación, endurecen férreamente la supervisión de ciudadanos de 14 países y de todos aquellos que embarquen o hagan tránsito en los aeropuertos de esas 14 naciones y cuyo destino final sea EEUU.
Si en la orden de emergencia que la TSA impuso tras el intento de atentado contra el vuelo 253 de Northwest se obligaba a someter a absolutamente todos los pasajeros que volaban a EEUU a un cacheo y a un segundo control de su equipaje de mano, a partir de ahora esas medidas se impondrán aleatoriamente. También se realizarán controles más exhaustivos a pasajeros señalados por los servicios de espionaje o que resulten sospechosos a los reforzados equipos de especialistas que se han desplegado en aeropuertos de todo el mundo para estudiar el comportamiento de los viajeros.
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