Yorgos Papandréu ha colocado en la peor posición posible a la UE. Si el referéndum sale mal, quiebra desordenada de Grecia y contagio a toda la Unión Europea.
Si sale bien, lo cual es dudoso pues existen antecedentes de que este tipo de referéndums tienden a estar sesgados hacia lo negativo, suspensión de pagos también desordenada y menoscabo de la autoridad de los dirigentes de la zona euro.
Cuando en referéndums de esta trascendencia la pregunta se plantea a quienes durante dos años han sufrido todo tipo de recortes de pensiones, reducciones de sueldos y salarios y, por qué no, un trato que en ocasiones tiene que haber sido vejatorio, lo más probable es que aún queriendo pertenecer al euro, como señalan las encuestas con un 60% a favor, los resultados den un vuelco y aprueben por mayoría el rechazo del tratado de rescate.
Según la BBC, la canciller Merkel dijo ayer miércoles: “Lo que yo necesito de Grecia es claridad”. Porque, en efecto, la decisión personal de Papandréu es inesperada, contraria a lo que pactó y sin consulta previa con su propio Gobierno. Como escribió el creador de la lengua inglesa, “sabemos lo que somos, pero no lo que somos capaces de hacer”. Nadie podía esperar la actitud insolidaria del primer ministro de Grecia. Y convendría tener en cuenta lo que está en juego. En primer término, el pago del sexto tramo de 8.000 millones de euros del plan de rescate de 2010, aprobado el mes pasado tras una serie de ajustes que propuso la “troika”.
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