Le ha costado asumirlo, un Papandreu siempre es un Papandreu. Es lo que se dice estos días en Atenas, en cualquier despacho, café o pasillo cuando se habla de la decadencia del primer ministro Yorgos Papandreu, el tercero de una estirpe de mandatarios griegos, un hombre convencido de que es víctima de la fatalidad económica, aferrado a su puesto hasta el último aliento e intentando sonreír a las cámaras, nervioso, mientras se rendía. El jefe de Gobierno de Grecia ofreció su renuncia este domingo, a los dos años de legislatura, para dar paso a un Ejecutivo de unidad que apruebe el rescate financiero de Grecia y espante el fantasma de una bancarrota y salida de la zona euro.Después de todo un día de reuniones contrarreloj, el primer ministro, presidente del partido socialista griego (Pasok), y Antonis Samaras, líder del mayor partido de la oposición, la formación de centro-derecha Nueva Democracia, pactaron formar un Ejecutivo transitorio en una reunión con el presidente de la República, Karolos Papoulias.
El lunes se vuelven a reunir ambos líderes y comenzarán las negociaciones para decidir la formación del nuevo equipo, pero no estará dirigido Papandreu. El viernes había superado una moción de confianza en el Parlamento, pero bajo la promesa de marcharse después. “En el fondo de su alma sigue sin pensar que debe irse, cree que no tiene la culpa de nada, y hará lo que sea por volver, es un Papandreu”, dice una voz de la vieja guardia socialista.
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