Tras el campanazo de largada para lasnegociaciones salariales, el Gobierno no puede disimular su incomodidad y preocupación.
La política de control fue escenificada con la polémica paritaria de los bancarios, aún en discordia, y que obligó a una veloz advertencia del ministro de Trabajo, Carlos Tomada, sobre su rechazo a aprobar acuerdos que no sean anuales. Pero detrás de este episodio despuntan más cabos sueltos: índices inflacionarios que no se corresponden con los valores del supermercado y gremios que afirman ser kirchneristas, pero que actúan tan o más inflexibles que los opositores.
La súplica de Tomada para cerrar paritarias "anuales o superiores" se contradice, incluso, con los acuerdos que aprobó el mismo funcionario el año pasado. Los colectiveros de UTA acordaron en 2012 una suba del 18%, la más baja, pero con la promesa de una mejora en el mínino no imponible del Impuesto a las Ganancias que jamás se concretó. Por eso presionaron para reabrir la negociación, una metodología que también adoptaron docentes y sindicatos industriales.
Ni siquiera la atomización sindical le garantiza al Gobierno tomar la sartén por el mango. La CGT alineada con la Casa Rosada desoyó los pedidos oficiales de "moderación y responsabilidad", y redobló la apuesta con demandas incluso superiores a las que hizo la CGT de Hugo Moyano, como fue el elevado porcentaje a subir los topes del mínimo no imponible. Ayer, la central se mantuvo en la misma sintonía: el taxista Omar Viviani desautorizó las mediciones oficiales del Indec y el textil Jorge Lobais insistió en condicionar las paritarias a lo que resuelva el Gobierno con el Impuesto a las Ganancias.
Y a esto se le sumó la exigencia de los sindicatos docentes, que en la apertura paritaria no aceptaron el 18% y van por más, a pesar que uno de sus referentes, Hugo Yasky, integra la CTA oficialista junto al kirchnerista Luis D'Elía.
En medio de este clima de ebullición tampoco ayudaron los empresarios que se mantienen cerca del poder. El titular de la Unión Industrial Argentina (UIA), José de Mendiguren, avivó las negociaciones salariales cuando trazó similitudes con el estallido económico de 1975, que fue denominado Rodrigazo. La frase le valió ser el blanco de las críticas sindicales y de funcionarios, lo que lo empujó a desdecirse y reconocer que su comparación "no fue feliz".
La semana próxima, el Gobierno quedará entrapado sin proponérselo en otra disputa con los sindicatos. Visitará la Argentina el director general de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), el inglés Guy Ryder. En su agenda, Ryder tiene previsto encuentros con la Presidenta y con el ministro Tomada, así como con la CGT de Antonio Caló, que es la reconocido oficialmente por la Casa Rosada.
Pero lo que no previó el Gobierno es que Ryder también mantendrá audiencias con Moyano y con la CTA de Pablo Micheli. Con ellos, conversará sobre la intromisión del Estado en las organizaciones sindicales, el argumento madre de la denuncias que activaron ambos dirigentes ante la fractura de sus centrales.
Todavía no se cumplió el primer mes de 2013 y los gremios ya le generaron más de un problema al Gobierno. La primera paritaria, que fue la de la Federación de Aceiteros, terminó en una huelga y hasta ahora, en plena conciliación obligatoria, siguen las diferencias entre sindicalistas y empresarios. Así, marcaron el rumbo: habrá más negociaciones empantanadas, lejos de los acuerdos a raya que se intentan imponer desde el poder.
VIVIANI Y EL "DIBUJO" DE LA INFLACIÓN
Las críticas al Indec ya no son monopolio del sindicalismo opositor. Ayer, el jefe del gremio de los peones de taxi, el ex moyanista Omar Viviani, admitió que la inflación que mide el instituto oficial "puede ser un dibujo". Planteó que la inflación ronda el 22 por ciento (el Indec dio un 10,8% para 2012) y reclamó que el Gobierno controle a los formadores de precios. Además, coincidió con referentes de gremios opositores en que las subas salariales tienen que "acompañar" los aumentos de precios. "Hay inflación, hay que controlarla. Hay que agarrar a los formadores de precios que aumentan antes y después de las paritirarias a veces de manera indiscriminada. A eso hay que ponerle algo de coto", evaluó. Sin embargo, se mostró confiado en que gremios y empresarios finalmente lograrán acuerdos porque "la realidad determina cuál debe ser el porcentaje".
Fuente. DIARIO LA NACIÓN DE BUENOS AIRES
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