La matanza de 20 chicos en Newtown fue para Barack Obama el momento más doloroso de su mandato, según confesó. Y puede que la decisión histórica que acaba de tomar –casi ningún presidente en EE.UU. se atrevió a plantear abiertamente un límite a la posesión de armas- tenga que ver con esa parte emocional del mandatario, padre de dos hijas. Pero no todo pasa por el corazón. Obama aprovecha el momento especial de su mandato, que le permite tomar medidas arriesgadas, aunque tengan un inmenso costo político.
Para la mayoría de los estadounidenses, tener un arsenal en la casa es parte de su identidad. En el país de los cowboys es usual que se lleve escopetas en las camionetas o que un gran paseo familiar sea ir a las ferias a comprar pistolas y rifles. El derecho a portar armas está plasmado incluso en la Segunda Enmienda de la Constitución. No resulta raro, entonces, que cerca de la mitad de los estadounidenses, según las encuestas, se oponga a que el Estado se meta a controlarlas. De hecho, cada vez que se plantea la posibilidad de un límite, hay un aluvión de personas que se vuelca a las armerías para acopiar "tesoros" que puedan quedar fuera de alcance, como los rifles de asalto.
Fuente. DIARIO CLARÍN DE BUENOS AIRES
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