sábado, abril 16, 2005

Análisis sobre los retos y desafíos que tiene el nuevo Papa. Es el tema que abordaré esta noche en la edición central de Meganoticias

Los cardenales se trasladaron hoy a la residencia de Santa Marta, donde vivirán durante el tiempo que dure el proceso de elección del nuevo Pontifice. Los escenarios y desafíos que se vienen en el análisis de Libardo Buitrago. Mientras se siguen multiplicando los efectos del poderoso impacto emocional provocado por la muerte de Juan Pablo II, el colegio cardenalicio se prepara en Roma para iniciar las votaciones que habrán de conducir a la designación del próximo Papa. 138 Cardenales fijarán el próximo lunes, si inician ese mismo día la elección del futuro Papa, una vez haya comenzado el Cónclave. De ellos, 115 están habilitados para votar. A partir de ese día las votaciones serán dos por la mañana y dos por la tarde y las "fumatas", es decir el humo que sale mientras se producen las votaciones, concentrará la atención mundial. Cuando el color del humo sea blanco, es la señal que hay nuevo Papa y aparecerá el cardenal Protodiácono Jorge Arturo Medina Estévez dando oficialmente la noticia y presentando al elegido. La Iglesia Católica, los sectores que profesan otros credos y los líderes mundiales se han mostrado en estos días profundamente interesados en el curso que habrá de seguir esa elección. Y muchos se preguntan cuál deberá ser el perfil del futuro pontífice. Más allá de los obvios aspectos que competen internamente a la Iglesia Católica, se puede tratar de definir ese perfil en función de los requerimientos permanentes del bien común, del sano entendimiento entre los pueblos y, en suma, del progreso espiritual de la sociedad humana. El sucesor de Karol Wojtyla tendrá que ser un líder religioso de vigorosa personalidad espiritual y de gran poder de convocatoria. Deberá ser capaz de continuar la gigantesca tarea que Juan Pablo II cumplió en su defensa inclaudicable de la causa de la paz y en su rechazo frontal a las guerras y el terrorismo. Como Wojtyla deberá ser un enemigo implacable de toda manifestación de violencia y un predicador fervoroso de la reconciliación y el perdón. Le tocará al nuevo Papa también la responsabilidad de llevar a nuevas instancias el diálogo fraterno con los demás credos religiosos. Otro de los grandes desafíos que deberá afrontar el próximo Pontífice es el que se relaciona con los profundos cambios culturales que se están registrando en el mundo y el anticiparse a esas modificaciones será gravitante en su gestión. Las especulaciones que se tejen sobre la probable nacionalidad del futuro Papa o su supuesta pertenencia a una determinada región del mundo pueden tener algún valor, pero no conviene exagerar la importancia de ese factor. La Iglesia Católica, universal por naturaleza, confiere al Papa una proyección que sobrepasa las fronteras de los Estados y lo instala en la historia de los hombres como un signo trascendente de integración y de unidad. Más allá de lo estrictamente confesional, el Papa sigue siendo un símbolo de esos avances. Por eso el mundo -sin distinción de credos- dirige su mirada, una vez más, hacia Roma, y de Roma deberá llegar, una vez más, la respuesta.

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