El año pasado, una delegación de iraníes y otros extranjeros llegaron en lanchas rápidas a esta remota población en la costa nicaragüense. Llegaron con la misión de hacer planes para la construcción de un puerto de aguas profundas y una nueva ciudad.
Las cerca de 35 familias que viven acá no estaban muy complacidas con la visita. Por más de dos horas, dicen, criticaron a los iraníes por no haberlos consultado primero sobre el plan de construcción y grabaron el enfrentamiento. "Les dijimos que íbamos a defender nuestras casas con armas, cuchillos, machetes, lo que sea", dijo William Claire Duncan. Desde entonces, los iraníes no han vuelto.
El presidente de Irán, Mahmoud Ahmadinejad, ha descrito su país, que goza de una riqueza petrolera, como una superpotencia con ambiciones globales. Desde que asumió el poder en 2005 ha firmado varios acuerdos comerciales con países latinoamericanos y africanos, ha abierto un banco en Venezuela y construido fábricas y proyectos de viviendas.
El domingo, Irán reveló que ha probado misiles de corto alcance, apenas días después de haber confirmado que está construyendo una segunda planta de enriquecimiento de uranio. Todo es parte de una campaña para proyectar poder y grandeza en todo el mundo, incluyendo en el patio trasero de Estados Unidos.
Pero un análisis detallado de algunos de los proyectos de Irán en Nicaragua, Venezuela y Senegal, deja al descubierto resultados dispares.
Algunas iniciativas, como la de Monkey Point, que fue anunciada por el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, hace más de dos años, aún no se materializan. "Los iraníes han prometido mucho pero han cumplido muy poco", dijo un funcionario occidental en Nicaragua.
Otras inversiones parecen tener poco sentido económico. Por ejemplo, Iran Khodro, una automotriz estatal que ha invertido decenas de millones de dólares en la apertura de fábricas en Venezuela y Senegal, necesitó recientemente un rescate del gobierno de Teherán de US$ 1400 millones.
La planta en Senegal, SenIran Auto, produjo apenas 20 vehículos en los primeros tres meses del año, dicen sus directivos, muy por debajo de los miles de unidades proyectadas.
Nadie conoce las verdaderas intenciones detrás de la expansión de las actividades de Irán en el exterior. Entrevistas con diplomáticos sugieren que el conocimiento por parte de las agencias de inteligencia occidentales es muy limitado. Los antiguos lazos financieros de Irán con Hezbollah, el grupo militante chiita libanés, han generado preocupaciones de que Irán está discretamente creando la infraestructura para responder a Occidente en caso de ser atacada por Estados Unidos o Israel.
Otra preocupación surgió el viernes, cuando el ministro venezolano de Minería, Rodolfo Sanz, dijo que Irán estaba ayudando a su país a probar y catalogar sus reservas de uranio. EE.UU., Gran Bretaña y otros países han acusado a Irán de tratar de desarrollar armas nucleares, lo que Teherán niega.
Siga leyendo el artículo del diario The Wall Street Journal, Américas que publica La Nación de Buenos Aires