La fuerte presión social, las marchas de campesinos, mineros, indígenas han logrado el objetivo de detener por ahora la reunión del Congreso para establecer si se acepta la renuncia presentada por el Presidente Carlos Mesa, y quién se hará cargo de la Presidencia. Mientras los sectores políticos tradicionales luchan entre sí para quedarse con el poder, en especial, el esfuerzo del actual Presidente del Congreso Hormando Vaca Díez que negocia con la línea tradicional de otras fuerzas políticas históricas, que busca ser ungido como el sucesor de Mesa. Vaca Díez no escucha la voz desde las calles, que presiona para que sea el Presidente de la Corte Suprema de Justicia, el tercero en la línea de sucesión constitucional, quién sea el escogido, por el actual Congreso con el único fin de que lidere una convocatoria a elecciones anticipadas. Un minero perdió la vida por un disparo, y este elemento se suma a la fuerte tensión que se siente en la atmósfera. El conflicto ya tiene un muerto. Los partidos políticos han quedado deslegitimados. El reloj avanza. Los ánimos se caldean.
Como lo hemos escrito antes hay dos posturas: los políticos tradicionales que se aferran al poder, aún sabiendo el grave riesgo de ello. Hormando Vaca Díez, sin medir el impacto de lo que significaría quedarse en el cargo de la Presidencia de la República, sigue luchando contra el viento, para alcanzar este puesto. El movimiento social lo rechaza. El Congreso al demorarse en la toma de decisión pierde legitimidad y está ayudando a crear un vacio de poder. Y entre más grande sea este vacio, mayor es la gravedad de la crisis. Por otro lado, desde los sectores sociales, solo se acepta al Presidente de la Corte Suprema. Siendo así, esta es la única salida que puede descomprimir la situación, pero para que ello ocurra, es preciso que el Congreso envié una señal oportunamente en que los Presidentes del Senado y la Cámara deponen sus ambiciones de suceder a Carlos Mesa, y dejar el camino abierto para una convocatoria de elecciones anticipadas. Esto significa un desprendimiento - que por lo pronto no parece estar presente- de los políticos, para detener lo que puede ser un baño de sangre. El reclamo ya no es la nacionalización de los hidrocarburos, ni citar a una Asamblea Nacional Constituyente, tampoco es el tema de las Autonomías. El eco que sale de las calles es uno solo: elecciones. Que se vayan todos... Y el único que puede hacerlo, según lo estiman los líderes sociales, es el abogado Eduardo Rodríguez, titular de la Corte Suprema, con un mandato preciso: llamar a elecciones. Siendo así, sin embargo, los políticos tradicionales representados en el Congreso, se resisten a dar este paso. Ojalá no sea un río de sangre, el que haga entrar en razón a los políticos bolivianos.
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