martes, junio 07, 2005

El escenario que viene tras renuncia del Presidente Mesa

El escenario que viene tras la renuncia del Presidente boliviano Carlos Mesa, en el análisis de Libardo Buitrago. La efervescencia social y la crisis política tienen a Bolivia ante una encrucijada: generar un acuerdo que evite un estallido popular con baño de sangre y el inminente desmembramiento del país. La renuncia de Carlos Mesa es sólo un capítulo más en una nación que vive convulsionada y en la que, en promedio, un presidente dura menos de dos años en el cargo. Bolivia es una nación rica en recursos naturales. Lo dramático es que esa riqueza no le llga a la mayoría. Ahí está sentado el malestar contra toda la clase gobernante, esa la misma dirigencia política es incapaz de construir un acuerdo básico de gobernabilidad y que está sobrepasada, por la furia popular. Lo urgente es evitar la fractura institucional y la anarquía. Los políticos están emplazados a encontrar una salida que no pasa sólo por escoger al sucesor de Carlos Mesa o anticipar las elecciones, sino también por iniciar un proceso que atienda las postergadas demandas de millones de bolivianos que viven en la miseria. En este conflicto subyace también el interés de grupos que están agitando la población para sacar un provecho político de corto plazo. Evo Morales, no transa en una sucesión como manda la Constitución, quiere que asuma el Pte de la Corte Suprema y llame a elecciones presidenciales. Por esto es que resulta tan complejo destrabar el conflicto. Desactivar la bomba social sembrada en las calles requiere el compromiso de todos. Los políticos al no haber resuelto con vision de país el tema de los hidrocarburos abrieron una caja de pandora donde cada quién quiere un pedazo, pero no dejan explotar la riqueza para el beneficio del bien común nacional. La crisis del vecino país también tiene implicancias para Chile, pues amenaza con dañar gravemente las relaciones económicas bilaterales. El intercambio comercial, lleva varios días paralizado. Está el riesgo que se levanten voces nacionalistas que exacerben la demanda marítima, y coloquen a Chile en el medio de la crisis. Y lo peor es que se hacen oídos sordos a llamados como el de la Iglesia Católica de emprender un diálogo amplio que haga viable una salida pacífica a esta caótica situación.

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