lunes, junio 27, 2005

En California hay temor por el Big One

Después del susto de los sismos de la semana pasada, los californianos cruzan los dedos y se aferran a la lectura de los signos de la naturaleza ante la imposibilidad de conocer con precisión el momento, el lugar y la intensidad del próximo terremoto. Para muchos, la reciente serie de sacudidas han sido sólo un aviso; un "aperitivo" del Big One , el padre de todos los terremotos, cuyo epicentro, en la falla de San Andrés, podría tener un efecto comparable al de una bomba atómica. En las poblaciones costeras de Eureka y Crescent City, la gente observa el nivel del mar y el fondo de los pozos de agua. La alerta de tsunami emitida el pasado 15 de junio por el Observatorio de Tsunamis de la Costa Oeste, tras un terremoto de 7.2 en la escala Richter a sólo 140 kilómetros de sus costas, les ha dejado miedo en el cuerpo. En las localidades de Yucaipa y Anza, epicentro de las sacudidas que se extendieron hasta la frontera norte de México con terremotos de 4.9 y 5.6 grados respectivamente, sus habitantes estudian el comportamiento de sus animales y otras mascotas, convencidos de que un ladrido, un mugido o un relinchar de caballos podrían salvarles la vida. Desde hace casi 30 años, los científicos de Estados Unidos se han empeñado en el desarrollo de una tecnología que les permita anticipar el sitio, la magnitud y la fecha exacta de los terremotos. Sin embargo, por el momento, lo único que se sabe es lo que les pueden ofrecer sus estudios de estadística. Es decir, probabilidades de escasa fiabilidad. Hace menos de un año, el geofísico de origen ruso Vladimir Keilis-Borok presagiaba la llegada del Big One a las costas de California y México a través de un sofisticado método de cálculo de probabilidades. El terremoto, previsto para el 5 de septiembre de 2004, nunca llegó. Sin embargo, tras una serie de terremotos en un lapso de cinco días y una alerta de tsunami que se canceló una hora más tarde, muchos voltearon la mirada hacia el profesor y a sus temerarias predicciones. Los reiterados intentos por entrar en contacto con el profesor Keilis-Borok fueron en vano. Desde su laboratorio, en el Instituto de Geofísica de la Universidad de California, sus colaboradores aseguran que el profesor no atiende a la prensa desde que su predicción del Big One resultó fallida y desató una ola de histeria entre la población y de indignación entre la comunidad de geólogos. Aunque el sistema del profesor es muy serio y sus predicciones han conseguido acertar en al menos dos ocasiones, su método sólo se basa en las probabilidades. Y para nosotros, los geólogos y sismólogos, predecir un terremoto va más allá de un simple cálculo de probabilidades realizado por computadora. La serie de terremotos que han sacudido a California en los últimos días sólo han dejado en claro una cosa. Tras las primeras sacudidas y un aviso contra tsunami, la capacidad de respuesta de los cuerpos de seguridad y los servicios de urgencia se han visto desbordados para mostrar que este estado se ha preparado contra la amenaza del terrorismo global, pero no contra una catástrofe natural. Algunas ciudades como Los Ángeles ya han adoptado regulaciones antisísmicas en edificios y carreteras. Pero en otras ciudades aún hay mucho trabajo por realizar.

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