martes, agosto 30, 2005

La fractura iraquí

Irak ha cerrado en falso el proceso de elaboración de la nueva Constitución, que será sometida a referéndum el 15 de octubre. Los representantes de la mayoría chií y de la autonomía kurda presentaron el domingo un texto al Parlamento con la oposición de la minoría sunita. En el plano político, se frustran las esperanzas de alumbrar un proyecto de consenso, mientras sobre el terreno la violencia puede mantenerse o, incluso, incrementarse en los próximos meses, hasta el punto de que los analistas temen que el clima de guerra civil larvada desemboque en conflicto abierto. La Casa Blanca se muestra orgullosa del acuerdo, pero está por ver que se traduzca en una normalización política y de seguridad que permita la retirada ordenada de sus tropas. El presidente Bush necesitaba este pacto para contrarrestar la erosión militar, con unos 1.850 militares muertos desde el inicio de la invasión en marzo del 2003, y el creciente descontento de la opinión pública estadounidense, del que la protesta de Cindy Sheenhan - madre de un soldado caído en Irak- es el espejo. El acuerdo político en Bagdad debería permitir la ratificación de la Constitución en octubre y la celebración de elecciones en diciembre, momento propicio para iniciar el proceso de salida del laberinto iraquí. Sin embargo, la oposición sunita puede ejercer de minoría de bloqueo, ya que la Constitución ha de ser ratificada por una mayoría de la población y no puede ser rechazada por dos tercios de los votantes en tres o más provincias - los sunitas son mayoría en cuatro de las 18 provincias iraquíes-. Si el texto no prosperase, se elegiría otro Parlamento interino, que debería redactar una nueva Carta Magna, y se alargaría el clima de provisionalidad. Pero, más allá de los cálculos políticos, la letra misma de Constitución abre interrogantes en dos temas clave: la definición del islam como "una fuente principal de legislación" y la estructura federal del Estado que, además de institucionalizar la autonomía kurda en el norte, abre la puerta a la creación de una región chií en el sur, las dos zonas donde se hallan las principales reservas de crudo. El resultado puede convertir a Irak, que era un Estado dictatorial, en un Estado fracturado y fallido, y situar el territorio chiíta bajo la influencia del régimen teocrático iraní. El proceso de democratización, en suma, puede traducirse en fractura interior y en el surgimiento de un régimen islamista donde antes no lo había, a riesgo de girarse cual boomerang contra sus promotores.

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