Muy independientemente de las posiciones o preferencias políticas que enfrentaron a unos y otros durante el proceso electoral, y a la luz de la contundente victoria alcanzada en las urnas por el ahora presidente electo, Evo Morales, se impone en el país la necesidad de abrir un espacio para el reencuentro y la reconciliación. Los últimos años han sido años de permanente confrontación e incertidumbre, y está visto que las frágiles estructuras que sostienen el andamiaje institucional boliviano, así como la débil economía nacional, difícilmente podrán soportar más tiempos de inestabilidad interna. En tal sentido, la primera y gran tarea que tiene el Movimiento Al Socialismo (MAS), de Evo Morales, es la de trabajar en la conformación de un gobierno de unidad nacional, convocando para tal propósito a aquellos ciudadanos bolivianos que ofrezcan, ante todo, capacidad y honestidad, y no únicamente lealtad al partido gobernante o al jefe político. Sobre este particular, una gran virtud que hay que reconocer de los resultados electorales es que echaron por los suelos esa imagen que las encuestas y la generalidad de los analistas y medios de comunicación se empeñaban en mostrar: la de una Bolivia polarizada o dividida en dos. El MAS ha obtenido una aplastante victoria con los votos de ciudadanos bolivianos del oriente y del occidente; del campo y las ciudades; de indígenas y profesionales. En suma, con la votación de todos los segmentos sociales distribuidos en la tan diversa geografía nacional. Suficiente razón para que los gobernantes electos piensen y organicen la conducción del aparato estatal con una visión de país, interpretando acertadamente la responsabilidad que les ha confiado la ciudadanía, y evitando por todos los medios cualquier manifestación que pueda reavivar el fantasma de la polarización o la división interna. Entregar decisiones estratégicas para la formación del futuro gobierno a ampliados o asambleas sindicales, en un extremo, o acudir a la opción de un manejo autoritario de dichas decisiones, en el otro, constituyen dos caminos muy deleznables y, por tanto, totalmente equivocados para la conducción del aparato estatal. El MAS, como ningún otro partido político en nuestra más reciente historia democrática, tiene en sus manos un escenario político inmejorable: tanto por su indiscutible legitimidad social como por la posibilidad que tiene de gobernar por sus propios medios, sin necesidad de acudir a las consabidas alianzas políticas. Y es probable que en esas ventajas es donde el partido de Evo Morales encuentre, a la vez, los que podrían ser sus mayores desafíos: gobernar para todos con un criterio conciliador, sin cometer excesos ni de autoridad ni de tolerancia. Pero así como las expectativas están depositadas en el nuevo gobierno, el conjunto de la ciudadanía, y sobre todo los denominados "movimientos sociales", están llamados, también, a dar muestras de madurez y responsabilidad democráticas, concediéndole al futuro gobierno la posibilidad de concentrar su atención y sus esfuerzos en los más altos intereses del país, y no así en la ya habitual aglomeración de toda clase de problemas menudos.
Editorial del diario Los Tiempos de Bolivia.
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