sábado, enero 28, 2006

A 20 años de la explosión del Challenger, los robots se adueñaron de la exploración espacial

La explosión del trasbordador espacial norteamericano Challenger, hace veinte años, fue un duro golpe para los vuelos habitados en el espacio, ahora relegados a una proporción menor por los artefactos robotizados, cuya utilización en la exploración cósmica vive tiempos fastos.

La NASA conmemora hoy el desastre de 1986 y sus siete muertos, y nunca como ahora el contraste entre las dos visiones ha sido tan evidente.

Sólo en el año transcurrido, la sonda norteamericana Cassini transmitió imágenes espectaculares del remoto Saturno y su módulo europeo fue a aterrizar en su luna Titán, mientras, buscando los orígenes del sistema solar, un artefacto de la NASA fue a estrellarse con un cometa y otro volvió intacto a la Tierra trayendo polvo estelar. En Marte, dos pequeños robots buscan eventuales trazas de agua y de vida, ayudados por un puñado de satélites en órbita sobre ellos. Otros exploradores de metal y silicio están camino de Mercurio, Venus y Plutón, mientras que el laboratorio espacial europeo Rosetta se ha lanzado en el largo camino que lo llevará a encontrarse con un cometa... en 2014.

Mientras los robots asumen el papel de audaces exploradores de los confines del sistema solar, las misiones habitadas siguen confinadas a la periferia de la Tierra y signadas por las preocupaciones de seguridad. “Challenger mostró cuán sofisticada era esta tecnología, pero también cuán frágil era. Nuestros sueños están atados", subraya Roger Launius, titular de la cátedra de historia del espacio en el Smithsonian.

El más ambicioso proyecto de presencia humana en el espacio, la Estación Espacial International (EEI), y uno de los vehículos que permiten alcanzarla, el transbordador estadounidense, viven una crisis profunda. Más dramático aún, la EEI, cuyo costo podría ser en total de 100.000 millones de dólares, podría incluso no ser acabada nunca.

Concebido hace treinta años, el transbordador está lleno de defectos mayores que ya costaron la vida a 14 personas en 114 misiones. Cada uno de sus vuelos está ahora precedido de interminables verificaciones y cada una de sus piezas es revisada a fondo antes del permiso para despegar. Imaginado al comienzo como un modo de transporte económico, el transbordador ha engullido 145.000 millones de dólares, o sea 1.300 millones USD por viaje, estima Roger Pielke, director del Centro de Ciencia, Tecnología e Investigación de la Universidad de Colorado.

Por el contrario, los dos caminantes de Marte, Spirit y Opportunity, han costado 900 millones de dólares y, previstos tan sólo para durar 90 días, los dos robots siguen valientemente con su tarea, dos años después.

Los problemas del transbordador son tan graves que la NASA va a dar de baja a lo que queda de su flota en 2010 y prevé construir un nuevo vehículo, una versión más grande y modernizada de la cápsula Apollo, que utilizaría los cohetes de apoyo del transbordador.

Globalmente, la actualidad de los vuelos habitados se resume al envío de un astronauta chino al espacio, en 2003, y el primer vuelo, en 2004, de SpaceShipOne, un vehículo balístico destinado al turismo espacial. Nada llamativo en términos de avance tecnológico.

Para recuperar sus lauros, la NASA espera convencer a las autoridades norteamericanas de volver a la Luna de aquí 2018. "El viaje a la Luna es por supuesto interesante, pero, desde el punto de vista Europeo, es más interesante ir directamente a Marte", subraya el ex astronauta francés Jean-Jacques Favier, ahora encargado de la reflexión estratégica del Centro Nacional de Estudios Espaciales de su país.

Fuente: Clarín, Argentina.

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