sábado, mayo 13, 2006

A CANCILLER ALEMANA ANGELA MERKEL Y EUROPA

Angela Merkel parece decidida a consolidarse en su liderazgo. El discurso pronunciado el jueves en el Bundestag incidió en las claves conocidas, aunque introdujo explícitamente una voluntad de liderazgo sobre el conjunto de Europa que hasta el momento había sido esbozada tímidamente.La canciller alemana ha insistido con ambición en la importancia que para el Gobierno que dirige tiene el diseño de la nueva Europa. De hecho, de sus palabras parece extraerse la idea de que el futuro político de su proyecto para Alemania pasa por la superación de la crisis institucional provocada hace casi un año con el resultado de los referendos francés y holandés. Mientras Europa no supere su parálisis será imposible revitalizar un proyecto viable de unidad. Para lo cual, Alemania está decidida a desempeñar un protagonismo dinamizador de las estructuras de la UE. La hoja de ruta propuesta por Merkel es clara. Por un lado, reducir la burocracia y los excesos reglamentistas que maniatan el día a día de una Europa que corre el riesgo de morir asfixiada por el peso de las directivas. Por otro, hacer más ágiles y dinámicas las estructuras de la Unión Europea mediante la introducción de un giro liberal que devuelva al ciudadano el papel perdido ante los estados.La apuesta de Merkel es devolver ilusión y esperanza a un proyecto europeísta que sea fiel al legado fundacional, aunque sin olvidar que el siglo XXI exige eficacia y un aprovechamiento flexible de las oportunidades. Algo que evidentemente exige que Europa tenga éxito como potencia global, esto es, demuestre su competitividad, salvaguarde su seguridad e incremente su capacidad de presencia internacional. De este modo, Angela Merkel pone las cartas sobre la mesa de un diseño renovado para Europa, asociando el éxito de su gestión al frente de Alemania a la reactivación del europeísmo bajo una «nueva fundamentación» que concilie las necesidades de nuestro tiempo con las esencias que hicieron posible la construcción inicial en los años de la posguerra. Dentro de su planteamiento, la existencia de un texto constitucional y europeo resulta insustituible. Aquí la revisión de los planteamientos fallidos de la Constitución requiere una pedagogía que haga más digerible la matriz doctrinal de la UE. La referencia expresa hecha a las raíces cristianas de Europa trataría de desactivar parte de los rechazos generados en Francia y Holanda. Así lo ha dejado entrever en su discurso la canciller. Su insistencia en el valor de la persona y la reivindicación de un orden de libertad que no dé la espalda a los resortes morales que vertebran la autonomía individual es un toque de atención para una Europa que debe afrontar su futuro sabiendo antes, realmente, lo que quiere ser.

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