sábado, mayo 13, 2006

Cómo darle votos al enemigo

La campaña presidencial peruana, que culminará el 4 de junio con la elección del sucesor de Alejandro Toledo, acaba de entrar en ebullición por un hecho inesperado y ajeno a la contienda que libran el candidato aprista, Alan García, y su rival nacionalista, Ollanta Humala: la revelación de que Estados Unidos retiró a este último la visa de ingreso a ese país. Al margen de los motivos y la fecha en que se produjo la revocatoria, la noticia ha causado tanto revuelo e indignación en el Perú, que hasta el propio García hizo a un lado sus diferencias con su adversario, para criticar la medida y pedirle al gobierno de Washington que la rectifique. Y, por las señales que la embajada de E.U. en Lima ha dado en las últimas horas, no es improbable que ello ocurra. Pero, aun si fuera así, este episodio ya entró a engrosar la lista de desaciertos en los que abunda la historia de la política exterior de Estados Unidos hacia América Latina.
Utilizando el arma de las visas, el gobierno estadounidense ha buscado influir en tiempos recientes en la política de los países de la región, casi siempre con el efecto contrario. En estos mismos días le fue negado el ingreso a Estados Unidos a un viceministro boliviano, René Orellana, con el resultado de que el presidente Evo Morales amenazó con utilizar el mismo procedimiento contra funcionarios estadounidenses.En el caso de Humala, la embajada de Estados Unidos en Lima se limitó a informar que la decisión fue tomada en enero del 2005, sin explicar los motivos.
Según los medios peruanos, entre ellos podrían estar los abusos contra los derechos humanos que se le endilgan a Humala cuando dirigía un destacamento antiterrorista en la selva peruana en 1992, y su supuesta implicación en la rebelión militar contra Alberto Fujimori que protagonizó su hermano Antauro en la comisaría de Andahuaylas en enero del 2005. Es claro que cada país tiene el derecho de abrir o cerrar sus puertas a quien quiera. Pero cerrar las de Estados Unidos a un candidato presidencial de un país latinoamericano en plena campaña, y más aún cuando el candidato –como en este caso– ha hecho del nacionalismo su principal estandarte, solo puede agitar innecesariamente las aguas y abonarle, en vez de restarle, un buen caudal de votos. Se ve que Washington olvidó que las declaraciones de su embajador en Bolivia contra Evo Morales en la pasada campaña presidencial fueron un indudable aporte a su elección.
Editorial del diario El Tiempo de Bogotá

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