domingo, mayo 07, 2006

Las relaciones regionales exigen más racionalidad

La reunión de los presidentes en Puerto Iguazú deja algunas lecciones a tener en cuenta en el terreno de las relaciones regionales y de la fijación de objetivos estratégicos en función del interés mutuo.El comunicado que informó sobre lo tratado en el encuentro consigna que "los presidentes de Argentina, Bolivia, Brasil y Venezuela destacaron que la integración energética es un elemento esencial en la integración regional en beneficio de sus pueblos". Más allá de que el documento tiene el propósito de dar un mensaje de armonía cuya realidad todavía está por comprobarse, toca un punto neurálgico porque la coordinación energética es ineludible. En primer lugar porque productores y consumidores tienen, al mismo tiempo, objetivos comunes y encontrados. Comunes porque ambos están interesados en la extracción y distribución del gas y encontrados porque el productor tiene interés en aumentar los precios y el consumidor en bajarlos. En segundo término, el aprovechamiento del gas requiere enormes inversiones que se amortizan en el largo plazo que no pueden quedar en manos de un solo país ni de una sola empresa.
En este escenario, como en tantos otros de las relaciones económicas o diplomáticas internacionales, la cooperación es indispensable y la falta de cooperación tendrá costos para todos los actores.Se trata, por lo tanto, de buscar, a través de la negociación responsable, los puntos de equilibrio entre los intereses enfrentados y entre el corto y el largo plazo. La necesidad de la inversión externa es un requisito que debe tenerse en cuenta. Ni Bolivia ni Venezuela podrían explotar eficiente y beneficiosamente sus recursos sin inversión externa, aun en el mejor esquema de cooperación regional. Por eso, sus políticas no pueden desconocer, sin costos, los principios de la seguridad jurídica y la previsibilidad.
El conflicto generado por la estatización del gas y el petróleo en Bolivia, ofrece un buen ejemplo de manejo prudente de un diferendo, que contrasta con lo que sucede en otro diferendo regional. A pesar del malestar que le produjo, el Gobierno brasileño decidió convocar a un diálogo entre las partes interesadas para evitar que una escalada del conflicto redujera las posibilidades de negociación. La Argentina se involucró en esa iniciativa y operó como componedor entre Bolivia y Brasil.Por el contrario, ante el problema de las papeleras uruguayas, el Gobierno argentino, al mismo tiempo que negociaba a través de una comisión bilateral, adoptó una línea confrontativa que redujo las posibilidades de negociación.Uruguay, según el Gobierno argentino, obstaculizó el diálogo negándose a proporcionar información ambiental que se le requería y, ya avanzado el conflicto, amenazó con desvincularse del Mercosur. Más aún, en su visita a Washington, el presidente Tabaré Vázquez informó al presidente George Bush sobre el tema, introduciendo a los Estados Unidos en un conflicto bilateral o regional, según se lo vea, en el cual el país del Norte no tiene parte.El costo de la energía y los innumerables temas de desarrollo y condiciones de vida de la agenda regional exigen que sus gobiernos sigan políticas realistas orientadas al mejor aprovechamiento de sus recursos, sin caer en actitudes agresivas entre ellos, hacia los inversores o hacia terceros países. Contradecir estos principios puede satisfacer a un sector de la platea política, pero con costos sensibles para las sociedades.
Respecto del diferendo con Uruguay, nadie puede considerar seriamente que ya no quedan opciones diplomáticas y, de hecho, la cumbre América latina-Unión Europea que tendrá lugar en Viena esta semana, ofrece una oportunidad de diálogo que Argentina y Uruguay no deberían desaprovechar.El aprovechamiento de los recursos energéticos requiere una política de cooperación y de largo plazo entre productores y consumidores de la región, y el cuidado de la inversión externa. En el conflicto creado por la estatización del gas y el petróleo bolivianos se desarrolló una política de diálogo que contrasta con la confrontación que impera en el caso de las papeleras.
Editorial del diario El Clarín de Buenos Aires

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