No será una guerra de civilizaciones y aún menos una alianza de las mismas, pero lo seguro es que hay ya una antipatía, una grave desconfianza, una brecha difícil de colmar entre Occidente y el mundo islámico. Nunca las relaciones fueron un primor, colonialismo occidental mediante, pero las tragedias del 11-S de 2001 en Nueva York, y el 11-M español de 2004, más el posterior atentado en el metro de Londres marcan un cambio cualitativo a mucho peor entre el espacio judeo-cristiano y las tierras de islam. Una encuesta del Pew Global Attitudes Project, de iniciativa norteamericana, realizada en 12 países, cinco occidentales (España, Alemania, Francia, Estados Unidos y Reino Unido), otros tantos de confesión musulmana (Jordania, Egipto, Pakistán, Indonesia y Turquía) más Nigeria como puente, mahometano y cristiano, entre ambos bloques, mostraba fuertes divergencias en torno a una serie de cuestiones como la de si los musulmanes respetan a la mujer, si lo hacen los propios occidentales, o incluso qué opinan de ello los islámicos que viven en Europa.
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