El primer ferrocarril al Tíbet, un proyecto soñado por Mao Zedong hace medio siglo, se inauguró este sábado culminando así la expansión del Gobierno chino en esta región invadida y anexionada en 1951. Para el régimen de Pekín, su construcción es una proeza, para el exilio tibetano, el fin de la invasión y para los ecologistas, un atentado al Medio Ambiente. El primero de los trenes que a partir de ahora llegarán a Lhasa, la capital tibetana, partió con grandes ceremonias a las 11.00 hora local (05.00 hora española) desde la apartada ciudad de Golmud, en la vecina provincia de Qinghai. Llegó a su destino ocho horas después. El presidente chino, Hu Jintao, que fue, precisamente, secretario general del Partido Comunista en Tíbet a finales de los años 80 y principios de los 90, destacó en la fastuosa inauguración que el nuevo ferrocarril es "otro magnífico logro que hemos conseguido en el impulso de modernización socialista". La locomotora de la propaganda china se ha puesto en marcha con este primer tren, que transportó a trabajadores modelo que participaron en la construcción del ferrocarril, periodistas y representantes de la Administración, en vagones donde se muestran placas con "Los ocho honores y deshonras" de la moral socialista. El exilio tibetano, que no aprueba esta obra y la considera un instrumento para poblar el Tíbet de "colonos" chinos, intentó aguar la fiesta organizando protestas en distintas ciudades del mundo e incluso en Pekín, donde varios activistas lograron desplegar este viernes una pancarta contra el tren en la Estación del Oeste. La simbólica fecha escogida para la inauguración, el 85 aniversario de la fundación del Partido Comunista (PCCh), no es del agrado de los independentistas tibetanos, que consideran su región invadida por China desde 1951.
Pekín, en cambio, pretende mostrar al mundo que sólo comunicándose mejor con China puede el Tíbet salir de su atraso, algo que comparten muchas otras áreas del oeste del país. De hecho, el régimen chino promete ampliar la red de ferrocarriles tibetana en los próximos 10 años, para que no sólo sea una vía de "entrada y salida" desde China, sino un instrumento de comunicación entre las distintas ciudades del Tíbet y también de acceso a la frontera con la India.
En el techo del mundo
"El tren va a cambiar radicalmente la atrasada situación del sistema de transportes del Tíbet.Ser una vía económica eficaz para transportar la energía y los materiales que necesita para mejorar la vida de su pueblo", señalaba esta semana un comunicado del Ministerio de Asuntos Exteriores chino. Pero lo que China ha destacado más de este tren no son los beneficios que pueda llevar a industrias como la energética, el turismo o el comercio, sino las maravillas técnicas y las grandes cifras que rodean el proyecto, para así despertar la admiración mundial e insuflar patriotismo entre sus ciudadanos. "Fue un milagro que nadie muriera en las obras", señaló recientemente el subdirector del departamento que supervisa el proyecto, Zhu Zhensheng, para enfatizar lo complicado que ha sido construir más de 960 kilómetros de vía por encima de los 4.000 metros y 550 kilómetros sobre hielo perpetuo. La propaganda china repite con orgullo que el tren es ya el más alto del mundo, derrocando a los ferrocarriles peruanos de los Andes, pues cruza a 5.072 metros de altura las montañas de Tanggula, una de las grandes barreras naturales del Tíbet. El tren también tiene allí la estación más alta del mundo y cerca el túnel más alto, no se cansan de repetir las informaciones de la prensa oficial. La obra, por otra parte, se enmarca en la estrategia china de demostrar al mundo que el país asiático, en el mejor momento económico de su historia moderna, es capaz de logros más espectaculares que los de cualquier nación avanzada. China ya tenía desde 2003 el tren más rápido del mundo, el "maglev" de Shanghai, que se desliza sobre los raíles a 430 kilómetros por hora, pero éste fue fabricado con tecnología alemana, mientras que el tren tibetano (el "Qingzang", según la abreviatura en mandarín) es obra principalmente nacional. El tren, dotado con mascarillas de oxígeno y cristales protectores de los rayos ultravioleta, es el equivalente ferroviario a otros proyectos con los que China ha querido causar la admiración internacional, desde sus vuelos espaciales tripulados hasta el ultramoderno circuito de Fórmula Uno de Shanghai. Los grandes fastos continuarán en los años siguientes para mayor gloria del Partido Comunista de China, que prepara para 2008 la inauguración definitiva de la presa de las Tres Gargantas, coincidiendo con los Juegos Olímpicos de Pekín, y dos años después la gran Exposición Universal de Shanghai.
gauuuuu como avanza la tecnologia
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