Hace 10 años, las páginas de los periódicos británicos estaban repletas de artículos que sopesaban alternativas para reemplazar el perfil de la reina en las estampillas y discutían las ventajas de remover el título "real" del Royal Mail para convertirlo en un mero "Correo Estatal". Tan profunda había sido la crisis desatada en la monarquía por la súbita muerte de Diana, la princesa de Gales. Los Windsor lograron sobrevivir a aquel inesperado brote de republicanismo que los afectó hondamente, por más que las estadísticas estimaron, incluso entonces, que no atraía a más del 34% de los británicos. Aun así, el futuro de su dinastía está lejos de verse asegurado. La hostilidad popular que despertó la aparente indiferencia de Isabel II, del duque de Edimburgo, de la princesa Margarita y del resto de la "guardia vieja" de los Windsor ante el fallecimiento de una Diana que ya estaba condenada al ostracismo -episodio narrado con elocuencia en la película La reina - aceleró el proceso de modernización de la familia real. Isabel II, que sólo se dirigió a sus súbditos en la víspera del funeral de Diana (es decir, casi una semana después de su muerte) y que concedió a regañadientes romper con la tradición al colocar a media asta el estandarte real, ha sido vista desde entonces presidiendo conciertos de rock -incluido el de su jubileo, en el cual Brian May, de Queen, tocó la guitarra sobre el techo del palacio de Buckingham- y abriendo las puertas de su hogar a las cámaras de televisión. Y los británicos no se han cansado de renovar sus votos de lealtad presentándose en cuanta ceremonia oficial se les cruza.
El heredero de la corona, en tanto, ha dado el gesto de modernización más espectacular al casarse con aquella mujer denunciada por Diana como la tercera en discordia, Camilla Parker Bowles, ahora duquesa de Cornualles. El enlace con una mujer divorciada, originaria de una familia de origen católico, habría escandalizado a la reina Victoria y no pudo concretarse hasta 2002, pasada la muerte de la reina madre, que tampoco aceptaba la unión. La nueva pareja real no cuenta con el afecto de la que salió acompañada por vítores de la catedral de St. Paul en 1981. Pero Camilla ha ganado nuevas simpatías y al menos el más maduro príncipe no encuentra a su paso mensajes como aquel "Carlos, nunca descansarás en paz" colocado en la puerta de su oficina en el palacio de St. James horas después de anunciada la muerte de su primera esposa. Es que Diana había tocado, sin duda, una fibra especial en la sociedad británica, y generado devociones bien resumidas en la denominación de "la princesa del pueblo" que recibió tras su desaparición. Desde entonces, más de 2000 artículos han sido publicados cada año sobre Diana en los periódicos británicos, y la cifra promete triplicarse en los próximos días. Pero los medios parecen haber malinterpretado el apetito del público. Althorp Park Events, la firma que administra las entradas al hogar ancestral de los Spencer, donde Diana está enterrada, registró pérdidas de 1,4 millones de dólares en los últimos cinco años.
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